tag:blogger.com,1999:blog-70498627950114858342024-03-14T05:05:23.971-07:00Diario de un filósofoDaniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.comBlogger100125tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-83665265077195097412022-08-05T03:17:00.005-07:002022-08-05T11:40:12.889-07:00Fragmentos inmarcesibles de nuestro amor<div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiGmDu6rCvUXXREuaMJYsp0fCYQ2-JSkZcCX7XAUXBm1KG5IxG1R7Qi8JNPVmNJGOffgeArUY-dceHDAryR4UO7uaXLsF0s4WA_EqIz1rUsY4yszxagVLrmqQ8HcFK5VV_U_EKjzSD-UFrGDmdnc0t8aahbY9UBezQMYWJzaYv4jk-nLN2e_O_KYNID" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img alt="" data-original-height="1200" data-original-width="1600" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiGmDu6rCvUXXREuaMJYsp0fCYQ2-JSkZcCX7XAUXBm1KG5IxG1R7Qi8JNPVmNJGOffgeArUY-dceHDAryR4UO7uaXLsF0s4WA_EqIz1rUsY4yszxagVLrmqQ8HcFK5VV_U_EKjzSD-UFrGDmdnc0t8aahbY9UBezQMYWJzaYv4jk-nLN2e_O_KYNID=w400-h300" width="400" /></a></div>Querida mía, te escribo esta breve carta con ocasión de tu natalicio. No es intención de este humilde amante tuyo el agasajarte con palabras huecas. Tal empresa sería inapropiada para describir mis sentimientos hacia ti y, peor aún, una desconsideración hacia tu persona. Antes bien, mi voluntad y firme propósito radica en que aceptes este retazo escrito como muestra viviente de nuestro amor. Un amor cincelado por los dioses bajo la atenta mirada de los serenos, eternos guardianes de la noche. Me invade una sensación de dulce felicidad al saber que, un año más, caminas junto a mi lado; como la brisa mañanera en la costa, que tan bien sienta a nuestras acaloradas mejillas. Con ímprobo esfuerzo te ruego, por favor, que aceptes este obsequio que te ofrezco. Esperando que el apogeo del día te traiga buenas nuevas, me despido de ti y quedo a tu disposición una vez se produzca el ocaso vespertino.</div></div><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-87951620028124104672021-10-26T10:36:00.009-07:002021-10-26T10:40:26.556-07:00Kairós o la virtud del tiempo que nunca muere<p class="MsoNormal"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjV_QzzXUcyixwirI_vTVL-Kxu0BKv_6-qmLRIy7_aguQTvQ9ELuw-tecVMZQ2qtSd56L9Vrj27ZgETKKgPEQ3I9XvvhWhGkKWrd4Ld8KQtVJ9Karui6DCxLZIgfDIuFYVlkwE8UmCAE7w/s675/TIEMPO-GRANDE.png" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="520" data-original-width="675" height="247" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjV_QzzXUcyixwirI_vTVL-Kxu0BKv_6-qmLRIy7_aguQTvQ9ELuw-tecVMZQ2qtSd56L9Vrj27ZgETKKgPEQ3I9XvvhWhGkKWrd4Ld8KQtVJ9Karui6DCxLZIgfDIuFYVlkwE8UmCAE7w/s320/TIEMPO-GRANDE.png" width="320" /></a></div>Quizá porque hace dos días celebré mi trigésimo primer
cumpleaños, o tal vez porque ha pasado casi un año desde la última vez que
escribí algo para mi blog, la reflexión sobre el paso del tiempo me ha venido a
la mente. A decir verdad, es un asunto al que siempre le estoy dando vueltas, eso
sí, nunca con la pausa (qué ironía, ¿no?) que necesita todo pensamiento digno
de su nombre.<p></p><p class="MsoNormal"><span style="text-indent: 35.4pt;">Es un lugar común en la metáfora
literaria describir el paso del tiempo como el agua que se escapa entre las
manos, inasible por definición e inexorable en su singladura. Ciertamente, el
tiempo es una realidad contradictoria, pues no puede prescindirse de ella (¿qué
somos, sino tiempo?) y, a la vez, resulta de todo punto esquiva; me refiero a
que no podemos “tocar” directamente el tiempo, ni tampoco verlo u olerlo. Tan
solo podemos “representarlo”, acomodarlo a nuestra forma de ver, pensar y
sentir las cosas.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="text-indent: 35.4pt;">En efecto, sometemos el tiempo a
nuestro designio, le obligamos a pasar por el tributo de la razón humana: segundos,
minutos y horas. Desde el mismo “instante” en el que el tiempo pisa suelo
humano deja de ser tiempo y se convierte en una medida. Domesticado al artefacto
del reloj, el tiempo no fluye, ni crea; ahora es objeto de intercambio. Se
compra, se vende, se alquila y se distribuye. Ha pasado a ser, en fin, una
mercancía. Un tiempo, pues, cronológico, es decir, susceptible de ser apresado
por mor de su carácter abstracto y cuantitativo.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="text-indent: 35.4pt;">No exagero si afirmo que la
servidumbre humana sería imposible sin la disciplina y la obediencia que exige
el tiempo cronológico. Nuestras vidas están atravesadas por imperativos
temporales: el trabajo, la cultura, la familia o el amor, todo exige tiempo. El
poder se apropia del mismo, posteriormente lo empaqueta y, finalmente, nos lo
arrebata. Siendo un bien escaso, el mercado del tiempo acelera nuestras vidas
hasta el punto de que sentimos que “nos falta tiempo”. Cuando, a la invitación
de un amigo para compartir un café, contestamos diciendo “no tengo tiempo”, lo
que en realidad queremos decir es que no disponemos de segundos, minutos u
horas.</span></p><p class="MsoNormal">Frente al
ritmo frenético de un tiempo que se estira en el horizonte e imprime velocidad
a todo cuanto toca, la proclama debería ser un regreso al Kairós, dios griego
de la oportunidad y artífice de la belleza. Se trata de recuperar un tiempo
cualitativo, atento al momento exacto. En lugar de valorar las cosas por la
inversión de tiempo, por cuanto “nos ha costado” llegar aquí o allá, el Kairós
nos emplaza a valorar cada instante como único, singular e irrepetible. Una
mirada a la persona que realmente amas antes de ir a dormir, una buena conversación con tu mejor amigo, la lectura de unas líneas de libro que te
elevan más allá de tu cotidianidad, un paseo por la montaña o la sensación del
frío viento boreal. Momentos, instantes, experiencias. Sustituir el tiempo
que se vende y se compra por aquel otro tiempo incondicional y único; por ese otro tiempo que siempre está vivo, o lo que es lo mismo, que nunca muere. </p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-38961146328636176362020-11-17T11:47:00.019-08:002020-11-17T13:40:57.488-08:00Mi vida después de ocho años escribiendo<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivhGD-UwWUdnzW6N85vAyGcKJ6HNimTT1vGupQQ4LqKGyJQ7zsEqGooq5tHTRF8xgs2_8sO3iHvHWlwjz0djirdKVRo7fc0tU2q-ZJPeE3GDvppG_xa2AE2lJYLuZV0DMSx7QZPsfbT_I/s450/AAA.png" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="251" data-original-width="450" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivhGD-UwWUdnzW6N85vAyGcKJ6HNimTT1vGupQQ4LqKGyJQ7zsEqGooq5tHTRF8xgs2_8sO3iHvHWlwjz0djirdKVRo7fc0tU2q-ZJPeE3GDvppG_xa2AE2lJYLuZV0DMSx7QZPsfbT_I/s320/AAA.png" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;">Creé este blog hace ocho años, cuando era estudiante de Filosofía en la Universidad de Granada. Tras este tiempo, escribo la entrada número cien. Algunas de ellas, como el resumen de la Poética de Aristóteles, acumulan más de 300.000 visitas (supongo que por el sincero interés en la filosofía griega y no con ánimo de hacer "copia y pega" para los trabajos del instituto), mientras que otras apenas han llegado a la treintena de visualizaciones. Nunca me he tomado la escritura como un trabajo (en principio, como comprobaréis más adelante), sino, más bien, como un espacio de desarrollo del pensamiento y de disfrute o placer. Un lugar en el que poder expresar inquietudes, reflexionar sobre temas de interés o, sencillamente, dar rienda suelta a la necesidad humana de contar cosas. La idea de crear un blog, algo que -dicho sea de paso- hice sin pretensiones de profesionalización, me surgió a raíz de la lectura de algunas publicaciones de un buen amigo mío, compañero de la carrera. José Luis era -y es- un escritor brillante, capaz de sintetizar en unas pocas líneas ideas complejas, de dotar de claridad y significado a las palabras que solemos emplear para describir la realidad. Nunca tuve su sensibilidad literaria, a pesar de lo cual decidí -no sin cierta sensación de incertidumbre- que quería tener un espacio propio en el que, de vez en cuando, poder escribir alguna que otra cosa. Pues bien, tras ocho años muy irregulares, con períodos largos de inactividad (años en los que apenas me apetecía publicar), vuelvo a mi casa, a mi blog, para reflexionar sobre los ocho años transcurridos desde aquel momento a esta parte.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Mi vida no es especialmente interesante. A decir verdad, paso la mayor parte del tiempo delante de un ordenador (mi trabajo va sobre eso), leyendo, investigando y, casualidades de la vida, escribiendo. Que escribir sea al mismo tiempo parte de mi actividad profesional y algo que me hace disfrutar sin más es, ciertamente, un hecho extraño. A veces me cuesta disociar el placer de la obligación, lo que me gusta hacer de lo que "debo" hacer; ello repercute, lógicamente, en el disfrute que uno puede extraer de la actividad en sí. Pero no es este el tema de la disertación. El caso es que escribir, y más aún, escribir sobre lo que uno siente, piensa o cree, siempre me ha parecido más interesante que narrar historias de cualquier otro tipo. Vengo, por tanto, a contar qué ha ocurrido en mi yo interior, en mi mente, en mi "cabeza", durante estos últimos ocho años. Puede ser una aventura interesante para aquellos lectores que, por extrañas razones vinculadas al azar (me conocen, son mis amigos o cualquier otra circunstancia), han venido a parar aquí.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La primera entrada que escribí versaba sobre "el pequeño átomo". En aquel entonces, estaba leyendo el maravilloso libro de Bill Bryson, titulado "Una breve historia de casi todo", una obra de divulgación científica que me cautivó desde el primer momento. Quise, en un ejercicio descarado de parafraseo reelaborado, dejar aquellas frases guardadas para siempre, enmarcarlas en la incorruptible nube digital. Muchos otros temas pasaron por el blog: cine, series, cuestiones filosóficas, temas de interés político o reflexiones íntimas, todas ellas guiadas por el ánimo que mueve la pluma de todo escritor: curar el alma. Sí, puede sonar excesivamente poético o metafórico, pero la escritura es una forma terapéutica de enfrentarse a la vida y sus avatares. Una mirada lúcida y prolongada a estos últimos ocho años es la prueba fehaciente de que cada letra, cada signo de puntuación, cada frase formulada, han sido un fármaco (de la raíz etimológica griega <i>pharmakos</i>, que significa "chivo expiatorio") para mí y mi existencia. Un fármaco no susceptible de ser encapsulado, un fármaco escurridizo, elusivo, enigmático, pero también mágico. El poder de la escritura reside en su capacidad de encantar el mundo, de embellecer las cosas, de hacer que las personas puedan mirarse a través del lenguaje y no solamente por medio de los sentidos. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAEcQsmekl5LYpiuPA6AQQSgz7W2eWmXD-gusM3iC-mL6WFVwOPoRJhgLHceGsL_tPCRUrUmsplVjsqDrA6YTjyZUILzUyLUxPiDJYD0JEcWzgV9RIZK84R0ZjPLLo3tkVyEGFnMUCjdo/" style="clear: right; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img alt="José Luis y yo, allá por 2013" data-original-height="800" data-original-width="600" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAEcQsmekl5LYpiuPA6AQQSgz7W2eWmXD-gusM3iC-mL6WFVwOPoRJhgLHceGsL_tPCRUrUmsplVjsqDrA6YTjyZUILzUyLUxPiDJYD0JEcWzgV9RIZK84R0ZjPLLo3tkVyEGFnMUCjdo/" width="180" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><h4><span style="font-size: x-small;">José Luis y yo, allá por 2013</span></h4></td></tr></tbody></table>He escrito porque lo he necesitado para vivir, del mismo modo que el pez necesita el agua o el barquero las monedas. Ocho años escribiendo, ocho años viviendo. Por supuesto, este blog representa únicamente una ínfima parte de lo que he escrito y, por ende, de lo que he vivido. Trabajos académicos, artículos, reflexiones íntimas, documentos, esbozos, capítulos de libro, unidades didácticas, reseñas, protocolos, cartas, mensajes privados, ensayos y una tesis en camino (con un proyecto de libro), entre más y más cosas. Es cierto, todas esas cosas las he escrito porque lo necesitaba para vivir. No obstante, sabemos que "vivir" no es una palabra unívoca; puede querer decir "salir del paso", "sobrevivir" o "hacerlo porque da sentido a nuestra existencia". Todo ello se entremezcla y hace más difícil el asunto. Con todo, este blog, este mundo que he creado, siempre ha tenido una nota diferenciadora respecto del resto de cosas que he escrito: el ejercicio de pura voluntad que movía mis dedos al escribir. Libertad, esa sensación de "no estar obligado a", incongruente con la necesidad vital que me lleva, una vez más, a redactar estas líneas. ¿Es esto una paradoja lógica? ¿O un simple juego de palabras con el que pretendo burlarme del lector? Nada más lejos de la realidad: es expresión cierta y verdadera de un profundo respeto por el arte de la escritura, por su valor intrínseco para la vida, al menos, para la buena vida, esa que es digna de sí misma. Después de ocho años, tengo la certeza de que no podría vivir sin escribir, porque escribir no consiste solamente en poner palabras en una secuencia ordenada; escribir es, antes que cualquier otra cosa, dar sentido a lo que hacemos. Y díganme, amigos, ¿se puede vivir sin un sentido?<br /></div><p></p>Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-13935449476727543812020-10-09T12:05:00.008-07:002020-10-09T14:00:50.963-07:00Patologías psicosociales del capitalismo acelerado<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhl9wU-WsQFRHifcBBNDNDqTSqCra4ioCkeXEyGOVYLJ4ArHJu5EA2i3b6bBbU-QWzD1-dhakpIctMnd1LTaJKUqyXg2L9ASkrn0-VOBV4ir2aMDwQ83guoqaifYqMBhRCPcKxEcjn1X7A/s1500/enfermedades-civilizacion-1.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="584" data-original-width="1500" height="156" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhl9wU-WsQFRHifcBBNDNDqTSqCra4ioCkeXEyGOVYLJ4ArHJu5EA2i3b6bBbU-QWzD1-dhakpIctMnd1LTaJKUqyXg2L9ASkrn0-VOBV4ir2aMDwQ83guoqaifYqMBhRCPcKxEcjn1X7A/w400-h156/enfermedades-civilizacion-1.jpg" width="400"></a></div><div style="text-align: justify;">Una de las claves del capitalismo actual es que su fuerza no reside ya -al menos, no exclusivamente- en el poder que deriva del derecho de propiedad. No estamos ya ante una burguesía territorial, que controla la producción e impone sus condiciones a la clase asalariada. Más bien, nos las habemos con una clase dominante difuminada cuyo ejercicio del poder reside en prácticas, digamos, "simbólicas"; el valor no se extrae ya de la tierra y la fuerza física del obrero, sino del trabajo cognitivo (formándose lo que Bifo llamaba "cognitariado", entendida como nueva clase social mayoritaria y oprimida). Pensémoslo bien. Nadie tiene ni idea de qué o quiénes son los mercados financieros; sin embargo, la preocupación por su estado o situación determina las reglas de las, en teoría, sociedades democráticas. No son pocas las ocasiones en las que el poder político alude a la necesidad de "calmar a los mercados" o "dar seguridad a las empresas". La opacidad del algoritmo sustituye a la deliberación pública como mecanismo de gobierno. Así, cabe preguntarse: ¿Qué tipo de sociedad se ha creado al calor de este capitalismo delirante? Son cuatro, a mi modo de ver, las notas sobre las que se compone el delirio neoliberal en el que vivimos.</div><div style="text-align: justify;"><br></div><div style="text-align: justify;">En primer lugar, la aceleración del tiempo. Huelga decir que el tiempo cronológico (<i>chronos</i>) y el tiempo vivido (<i>aión</i>) son cosas bien distintas. Así, la aceleración haría referencia al modo en que psicológica y socialmente percibimos el tiempo. Este es un tiempo "acelerado" en la medida en que, entre estímulo y respuesta, no existen instancias mediadoras. A ello contribuye sin lugar a dudas la conectividad permanente que, por mor de la implementación masiva de las tecnologías de la información y la comunicación, se impone en el día a día. En paralelo, se degrada el pensamiento y la reflexión crítica, necesitadas de una pausa, una demora y una atención que, sencillamente, es imposible de alcanzar hoy. Patologías psicosociales y un estrés crónico cuyo único punto de fuga es el consumo de bebidas con cafeína y de psicofármacos de diverso tipo.</div><div style="text-align: justify;"><br></div><div style="text-align: justify;">En segundo lugar, un consumo masivo de productos culturales sin pauta ni sentido alguno. Especial mención necesita en este apartado el "atracón de series". Las plataformas culturales de <i>streaming </i>han puesto a nuestra disposición catálogos infinitos de series para visionar en forma de "maratón". La concatenación de contenidos visuales se produce sobre la base de una irrefrenable obligación de "ver algo". Pero ver, como meros sujetos pasivos de una relación concreta, no implica "aprovechar" o "ser partícipe de". De ahí que un visionado rápido y continuado de una serie deje un poso amargo, como si, en realidad, no hubiéramos "hecho gran cosa"; y por eso, también, la necesidad inmediata de rellenar el hueco vacío con otro producto audiovisual al uso.</div><div style="text-align: justify;"><br></div><div style="text-align: justify;">En tercer lugar, la turistificación de las experiencias. Sí, hoy en día nos cuesta estar solos. ¿Por qué? Quizá porque las sensaciones son capturadas por una lógica consumista y su valor reside en com-partirlas. No es solamente postureo -que también-, sino algo más profundo, a saber, el desfondamiento de la identidad individual. Si todo objeto es mercancía, en el sentido de que resulta susceptible de ser conceptuado -aunque sea simbólicamente- como algo económicamente intercambiable, entonces el marco es consumista; y el consumo, salvo raras ocasiones, tiene vocación de proyectarse hacia los demás. De este modo, las experiencias ricas en matices o sugerencias para la existencia individual quedan canceladas en virtud de una mediación consumista. </div><div style="text-align: justify;"><br></div><div style="text-align: justify;">Y, en cuarto lugar, conectado con lo anterior, la dificultad de construir un sentido de comunidad que no pase por el imaginario de la empresa-mundo. Todo es consumo y, en consecuencia, todo proyecto vital queda subordinado a la lógica de la ganancia. El horizonte queda reducido al corto plazo. El crédito y la deuda, instituciones típicamente financieras, traspasan las barreras de la economía para instalarse en la vida propia y genuina. Formar parte de algo significa tener un empleo que nos permita consumir al igual que nuestros "pares". Desechada toda búsqueda de un valor alternativo -al margen de fanatismos-, la comunidad se vuelve más insolidaria y egoísta; se aleja paulatinamente de los ideales compartidos de justicia y bien común. Un bosque cuyos árboles no se comunican entre sí, formando un deshilvanado ente sin pies ni cabeza. Una comunidad invertebrada donde solo hay inercia y donde todos se dejan llevar. Pero la pregunta es: ¿A dónde?</div><p></p>Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-78376357535888355862020-07-29T10:48:00.006-07:002020-07-29T10:51:43.257-07:00Deconstruir el amor<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFpTPceN5xlGu5uMAA9Ae4CdXcqt6KRnBWrBvibUXRXNBQ89rKzGCuugm8Gek-rSp7IZoTnrAP27dhUjev2WUrI_yX1nxo0VimGtYVd4FaMEwyRkPMs4S9QJExt6hGnlPlE84V9svUFFw/s1500/rsz_andrik-langfield-petrides-270368.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="813" data-original-width="1500" height="216" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFpTPceN5xlGu5uMAA9Ae4CdXcqt6KRnBWrBvibUXRXNBQ89rKzGCuugm8Gek-rSp7IZoTnrAP27dhUjev2WUrI_yX1nxo0VimGtYVd4FaMEwyRkPMs4S9QJExt6hGnlPlE84V9svUFFw/w400-h216/rsz_andrik-langfield-petrides-270368.jpg" width="400" /></a><span style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;">El amor ha sido un tema típico de estudio en nuestra tradición filosófica y literaria. Del amor se han dicho muchas cosas y todas ellas variadas. Lo cierto es que no siempre hemos pensado lo mismo acerca de este fenómeno de naturaleza elusiva. ¿Qué es el amor? ¿Un sentimiento? ¿Un concepto? ¿Una institución? ¿Una palabra bonita para designar una pulsión sexual sublimada por la cultura? No sabemos si el amor es algo más que un arte, como ya apuntaba Fromm en su excelente ensayo escrito en 1956, o si, por el contrario, es una ciencia, algo así como un conjunto bien ordenado y secuenciado de alteraciones neuroquímicas que, al ensamblarse gracias a la conexión exitosa de diferentes áreas de nuestro cerebro, producen esa sensación de tener “mariposas en el estómago”. </div></span></div><p></p><div style="text-align: justify;">La experiencia del amor es diversa; su tipología, también. Sin embargo, hay un denominador común, allende toda cultura, sociedad o tiempo, a saber, su universalidad. Parece este razonamiento una petición de principio (nombre con el que los filósofos hacen referencia a la falacia consistente en presuponer aquello que se quiere demostrar), pero en realidad no lo es. Piénsese durante unos segundos. ¿Acaso no hay una intuición universalmente válida para designar, referir, a aquello a lo que adscribimos la palabra “amor”? Al margen de religiones o tradiciones culturales, el amor está presente y se manifiesta de diversas formas en todos los tiempos en los que el humano ha pisado la Tierra. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No significa esto que el amor tenga que ser entendido necesariamente como amor “romántico”. Sin embargo, cierto romanticismo sí que hay en toda forma de amor, y ese es precisamente el nexo de unión entre todas las historias del amor a lo largo de la Historia. El romanticismo, no solo entendido como una corriente de pensamiento que allá por el S. XIX enfatizó la importancia de la pasión frente a la razón, sino como proyección ideal del sentimiento mundano de “querer a alguien” es lo que, en última instancia, significa el amor. Proyección ideal porque el amor no es tangible, no puede tocarse ni olerse, no tiene sabor ni color. Y, a pesar de todo, lo vemos presente en todos sitios: un silencio, un gesto, el aroma de una flor o el tono de la luz de una habitación cualquiera. ¿Por qué ocurre esto? Porque el amor es universal y eterno. Por eso, se dice que quien está enamorado ha conquistado la felicidad para esta y para mil vidas más, porque él podrá morir, pero su amor será inmortal.</div>Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-40996155947040536962020-06-08T14:29:00.013-07:002020-06-08T15:20:37.462-07:00Mindhunter: ¿El criminal nace o se hace?<img border="0" data-original-height="540" data-original-width="960" height="360" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyUiOOBOzM7VBYavociKrmC9N9bFKt2Y775gL4jsDMWx1SCFH7hPfHu8N2qhqYo5pZKwT7q3PDgA73A17jXibTDOnNrX40rL0yD_KpqEXgvZ4gwlHruR9y9RcQqXBZYo-xboRfoatgHPY/w640-h360/https___blogs-images.forbes.com_danidiplacido_files_2017_10_mindhunter-s1.jpg" title="Fotograma de Mindhunter" width="640" /><div><br /></div><div style="text-align: justify;">La serie de Mindhunter es una de las mejores ficciones televisivas del catálogo de Netflix. Dirigida, entre otros, por David Fincher, la serie sobresale en todos los sentidos: factura técnica, guion, desarrollo psicológico de los personajes, ambientación, ritmo, etc. No hay nada mal hecho en Mindhunter porque sus creadores han invertido dinero, tiempo y muchísimo trabajo en pulir todos esos pequeños detalles que diferencian a las grandes producciones de las que son simplemente buenas. A mí, en lo personal, lo que más me ha gustado ha sido el apartado fotográfico; de cada capítulo es posible extraer varios planos y secuencias impecables a nivel de imagen.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">¿De qué trata Mindhunter? A grandes rasgos, versa sobre asesinos en serie; más en detalle, aborda la psicología del criminal. El matiz es importante. No son equivalentes el thriller policial de asesinos en serie (<i>serial killers</i>) y el análisis sociológico y psicológico del hecho criminal. Mindhunter está más cerca de ser un tratado científico y filosófico que una narración convencional sobre asesinatos en serie. "¿El criminal nace o se hace?" Esta es la pregunta a la que Holden Ford y Bill Tench, dos agentes del FBI adscritos a la Unidad de Análisis de la Conducta, tratan de dar respuesta empleando un método que, para los años 70, suponía una auténtica revolución: hacer entrevistas a los peores asesinos y violadores convictos en diferentes prisiones ubicadas a lo largo y ancho de los Estados Unidos (todos ellos casos reales excelentemente documentados y con un magnífico trabajo de casting). Con la inestimable ayuda de la profesora Wendy Carr, acompañamos a nuestros protagonistas en su viaje hacia el estudio del crimen desde la perspectiva del sujeto criminal. David Berkowitz -mató a 6 personas y su persecución es considerada una de las más importantes de la historia de Nueva York-, Ed Kemper -asesinó y cometió necrofilia con 10 personas entre 1972 y 1973, entre las víctimas estaban sus abuelos y su madre- o el archifamoso Charles Mason -cualquier presentación se quedaría corta- son algunos de los psicópatas a los que veremos en pantalla y gracias a los cuales aprenderemos un poco más sobre los motivos del acto criminal.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se ha dicho que Mindhunter es lenta y aburrida. No obstante, a mi parecer la serie tiene un tempo casi perfecto. Sabe conjugar la investigación policial con el análisis de la conducta criminal, demostrando la aplicabilidad de los conocimientos adquiridos y la posibilidad de hacer verdadera ciencia criminológica. La mayoría de referencias -por ejemplo, a las teorías microsociológicas de la desviación o teoría del etiquetado- son mínimas y ofrecen cierto contexto a la acción narrativa; pero de ello no se deriva que Mindhunter sea una serie excesivamente intelectual. Basta con un mínimo de interés por acercase a los asesinatos en serie más allá del efectismo propio de Hollywood para poder seguir los diálogos con solvencia y sin grandes apuros. Además, las subtramas son lo suficientemente interesantes como para mantener la atención del espectador y conseguir un visionado prolongado en el tiempo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El compromiso que exige la serie no va más allá de conceder cierta verosimilitud a los giros y licencias propias de toda ficción. Más allá de eso, Mindhunter es una propuesta seria que, por lo menos, no toma a sus espectadores por tontos. No miente y enseña sus cartas desde el principio. Y algo que me parece especialmente elogiable es que no depura las explicaciones para tornarlas absurdamente sencillas; demasiado acostumbrados estamos a que en las series y películas todo se nos explique como si nuestro coeficiente intelectual fuese negativo. En cambio, Mindhunter muestra diálogos creíbles con cierto lenguaje técnico que, no obstante, no requieren para su comprensión el ser un experto en criminología o psiquiatría. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por ello y otras razones más, considero que es una serie recomendable. Actualmente las dos primeras temporadas están disponibles en Netflix, a la espera de una tercera temporada actualmente en pausa, a juzgar por diversas noticias que señalan una hibernación en la producción (de hecho, se ha dicho que sus actores están "liberados" para realizar otros proyectos). Si hay suerte, podremos disfrutar de un cierre de esta magnífica obra. Una de las mejores sorpresas de los últimos años. </div><div><br /></div><div><br /></div>Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-24645449309434321082020-05-17T08:18:00.001-07:002020-05-18T15:11:09.525-07:00"Unorthodox" o la comunidad desobrada<div style="text-align: justify;">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjeYLX9pOPAzBVsPsDZcQBxersaiyZXyXMiuitcmT1bIsMlQNTScRmqslFJjS6o2Bv3pXdNcMmS4V-gbOxe42dj2Bg8TQ9lfJdkEAzuacLUiL1w-3k3mWbhrZNmYX40gpIKieBCmjWKwT0/s1600/cierto-Unorthodox-ultimo-fenomeno-Netflix_1348075211_14922771_1280x720.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjeYLX9pOPAzBVsPsDZcQBxersaiyZXyXMiuitcmT1bIsMlQNTScRmqslFJjS6o2Bv3pXdNcMmS4V-gbOxe42dj2Bg8TQ9lfJdkEAzuacLUiL1w-3k3mWbhrZNmYX40gpIKieBCmjWKwT0/s320/cierto-Unorthodox-ultimo-fenomeno-Netflix_1348075211_14922771_1280x720.jpg" width="320" /></a>Ayer vi la miniserie de Netflix titulada “Unorthodox”. En tan solo cuatro capítulos de aproximadamente unos cincuenta minutos de duración, se nos cuenta la historia de Esty, una joven judía que vive en Williamsburg, una comunidad judía ultraortodoxa (en concreto, son jasídicos) afincada en el barrio de Brooklyn, lugar del que decide huir sin dar explicación como consecuencia del ambiente opresivo que la anula por completo. Un matrimonio concertado, la prohibición de dedicarse a cualquier actividad que no sea el cuidado de la casa (ni siquiera se permite a las mujeres leer el <i>Talmud</i>), la presión de la comunidad para que se quede embarazada (porque es su “misión”) y la incapacidad total para tomar decisiones sobre su vida, son algunas de las razones que se le muestran al espectador como elementos de un contexto religioso sin duda alguna asfixiante. </div>
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Con la ayuda de su clandestina profesora de piano, a la que conoce porque es la inquilina de su padre, Esty decide poner rumbo a Berlín. Allí se encontrará con un grupo de amigos que estudian música en el conservatorio y con los que, rápidamente, entabla relación. Del frío mundo ultraortodoxo, marcado por sus rigurosos rituales, la omnipresencia de la comunidad y la desposesión total de la libertad individual, pasamos ahora a la vorágine del mundo moderno. Se trata de jóvenes desenfadados, que hacen relativamente lo que quieren y que saborean la vida más allá de las imposiciones dadas por el grupo. Si antes Esty vivía rodeada de límites y prohibiciones, ahora es la absoluta libertad, el amplio abanico de opciones, el horizonte al que deberá hacer frente. Sobre los acontencimientos en concreto, no vamos a entrar en excesivos detalles o comentar el desarrollo de los otros personajes (sin duda, totalmente secundarios). Evitaremos en la medida de lo posible los <i>spoilers.</i> </div>
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Hay que decir que la serie tiene un impecable apartado formal (fotografía, música, planos, etc.), no siendo, sin embargo, este ni tampoco la narrativa los aspectos más relevantes de la serie. Por supuesto, hay un mensaje –entiendo– crítico con cierta concepción del dogma religioso (extrapolable más allá de la religión judía, por supuesto); hay, además, una “historia” que contar, a saber, la historia de Esty (de hecho, la serie es una adaptación libre de la autobiografía de Deborah Feldman, titulada “Unorthodox: The Scandalous Rejection of My Hasidic Roots"); y, desde luego, hay también un trasfondo evidentemente feminista, con un potente mensaje de emancipación femenina. </div>
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Pero todo eso, aun siendo importante, constituye bajo mi punto de vista el contexto del tema principal. Son, por así decirlo, el envoltorio agradable y dulce que hace más atractiva la cuestión nuclear. ¿Cuál es, entonces, el tema principal de la serie? Pues bien, “Unorthodox” versa fundamentalmente sobre el sentido de comunidad. En concreto, la forma en que está narrada la serie sirve para apoyar este extremo. Así, se van alternando fragmentos presentes con <i>flashbacks</i>, para, de este modo, contraponer dos visiones de lo que significa vivir en comunidad. La Esty del pasado está inmersa en una “comunidad de destino”, es decir, en una comunidad cuyo sentido radica en el hecho de pertenecer a algo más grande. No hay en la comunidad jasídica lugar o espacio para el disenso, para la duda, para el interés individual, para el pensamiento egoísta; las inquietudes personales se subordinan a eso común por definición más digno e importante. La sumisión de la libertad individual a la comunidad es construida aquí por medio de numerosos y rígidos ritos, algunos realmente extenuantes. A título personal, llega a ser molesto observar el nivel de violación de la intimidad y la presión ejercida sobre la protagonista.</div>
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Frente a este tipo de comunidad, su encuentro fugaz con los jóvenes estudiantes en Berlín representa la idea de una “comunidad desobrada”, término acuñado por el filósofo francés Jean Luc Nancy (al que, por cierto, tuve oportunidad de conocer personalmente allá por el año 2014). La comunidad desobrada es aquella que se construye no sobre una esencia, sino sobre un encuentro fortuito, sin más sentido que el de estar juntos y reconocerse como sujetos los unos a los otros. En la comunidad desobrada no hay que pertenecer a una misma nación, ni hablar necesariamente una misma lengua, ni profesar las mismas creencias religiosas, como tampoco tener los mismos gustos sexuales o el mismo color de piel. Da igual cuál sea tu origen, porque la legitimidad de esa comunidad está no tanto en el destino como en el encuentro mismo. Poco importa quién seas o adónde vayas, lo relevante aquí es sentirse acompañado, sentirse, en cierto modo, “vinculado”. Pero no porque lo diga una tradición milenaria, ni tampoco porque se trate de un legado familiar; el vínculo aquí es azaroso, no tiene razón de ser. Solo en lo impredecible, en aquello que se escapa a nuestro control, puede surgir esa autenticidad de quien se encuentra con otro semejante y simplemente decidir compartir sus experiencias con él. Quizá sea este el sentido más genuino de “amarás al prójimo” que pueda formularse hoy día, momento histórico en el que no hay certezas fijas a las que agarrarse ni destinos previstos para la humanidad. </div>
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Esto que digo aparece reflejado en una escena de la serie en que se explica la diversidad de orígenes y genealogías del grupo de amigos berlineses. Queda claro en dicha conversación que no hay “berlineses puros”, por lo que carece de total importancia que el encuentro haya sido en Berlín. Podría haber ocurrido en cualquier otra parte del mundo. Lo ultraortodoxo, o la necesidad de mantener la pureza, de fijar una identidad fuerte, se opone aquí a un mundo en el que el significado de la vida tiene que ser forjado. Cierto que eso provoca angustia, desazón, pero es, diría, uno de los aspectos constitutivos de lo humano. En la comunidad de destino se nos libra de la tarea de crear ese sentido, lo cual para muchos podría suponer un alivio por entenderse como una pesada carga, pero al mismo tiempo se nos priva del placer y la felicidad de sentirnos hacedores y partícipes de las decisiones que tomamos. El miedo al fracaso, la duda ante diferentes posibilidades que se nos ofrecen, los remordimientos por los errores cometidos en el pasado o la angustia por el qué ocurrirá mañana, son cosas intrínsecas a la vida misma. Al menos, lo es a la vida en libertad.<br />
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Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-12123185821460822622020-05-10T11:21:00.002-07:002020-05-10T11:30:16.375-07:00Crítica de "Babylon": Un anime sobre la justicia y el mal<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgIejTIbeVmAEj-30mfFZ7yyJlDiATcfl09iZu9GATlgVeRFAUAMS6WJmqxAyksKdrM0mD-8MzfeoxpoJnkfc8URV4p_1BD-_FLi7uCt8KPR_AFv3z_D7T1umlVh-WW-CFl9s3VcjkNAdY/s1600/babylon-1024x889.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="889" data-original-width="1024" height="277" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgIejTIbeVmAEj-30mfFZ7yyJlDiATcfl09iZu9GATlgVeRFAUAMS6WJmqxAyksKdrM0mD-8MzfeoxpoJnkfc8URV4p_1BD-_FLi7uCt8KPR_AFv3z_D7T1umlVh-WW-CFl9s3VcjkNAdY/s320/babylon-1024x889.jpg" width="320" /></a></div>
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Recientemente me he reconciliado con el anime. Ver series de anime es complicado. Por lo general, requiere una importante inversión de tiempo y no siempre da buenos resultados. Se produce tanto anime que, salvo que uno sea un verdadero entusiasta, deberá previamente filtrar y seleccionar el contenido que quiere ver, en función de sus intereses y otros elementos a tener en cuenta (por ejemplo, la duración del anime o el número de temporadas). El caso es que buceando un poco por la red (emprendiendo esa tarea previa de filtrado), llegué a un blog en el que aparecía "Babylon" como uno de los animes más destacados del año 2019. La temática -sobre la que ahora hablaremos- y su corta duración -12 episodios- me convencieron. Decidí, entonces, darle una oportunidad.</div>
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Babylon es una adaptación de manga realizada por el estudio de animación Revoroot. Más concretamente, de una serie de novelas japonesas escritas por Mado Nozaki e ilustradas por Zain que llevan el mismo nombre. Su género se encuadra perfectamente en el Seinen; se trata, por tanto, de una serie enfocada a los adultos, con más elaboración en la trama y en los personajes que en el Shōnen (anime destinado a los adolescentes), cuyos temas nucleares son la política, la investigación criminal y un debate de corte filosófico sobre nociones como la justicia, el bien o el mal. Debido a los temas abordados, así como a su categorización, lo cierto es que el desarollo de los capítulos puede percibirse en ocasiones como lento, aunque ello no obsta para la presencia de escenas con buen ritmo y emocionantes giros narrativos. En particular, me ha parecido excelente el uso de la música como elemento de ayuda para contextualizar la acción y provocar la inmersión del espectador. </div>
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El personaje principal es Zen Saizaki, un fiscal de un distrito de reciente creación llamado Shiniki, cerca de la zona oeste de Tokio. Seizaki se caracteriza por sus fuertes valores morales, siendo un luchador implacable contra la corrupción y defensor férreo de la justicia. Sobre sus investigaciones y el posterior desarrollo de la trama no diré nada, porque no quiero que en esta crítica haya demasiados spoilers. No obstante, puede decirse que la mayor parte del tiempo seguimos las acciones de Seizaki, y solo de forma secundaria se centra la narración en los personajes secundarios. Salvo por cierto motivo que no puedo destripar, lo cierto es que estos personajes secundarios no tienen mucha relevancia. A decir verdad, el grueso del argumento reside en la disputa entre Zen Saizaki y su antogonista, una mujer de nombre Ai Magase que, debido a su extraordinario físico y cierta habilidad mágica, tiene la capacidad de convencer a la gente para que se suicide. </div>
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Partiendo de este planteamiento, el anime mezcla con buena proporción las dosis de efectismo necesario para mantener enganchado al espectador con las reflexiones teóricas sobre el bien y el mal, y el ideal de justicia. Y es que la habilidad de Ai Magase será utilizada por el joven y reciente electo alcalde de Shiniki para plantear, en la vorágine de un plan perfectamente calculado, el debate sobre una ley del suicidio. ¿Está justificado el suicidio? ¿El suicidio es bueno o malo? ¿Por qué? ¿Deberíamos dar la libertad de suicidarse a todo aquel que quisiera libremente adoptar tal decisión? ¿Qué implicaciones morales tiene el suicidio? ¿Consiste la justicia en proteger la vida a toda costa? En fin, esta y otras preguntas son abordadas en el desarrollo de la trama, gracias al debate y la lucha entre Saizaki y Magase, cuya resolución estoy seguro no dejará indiferente a nadie. </div>
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Desde un punto de vista personal, quizá por mi formación en Filosofía, no veo que las reflexiones abordadas en el anime sean excesivamente profundas. Esto, <i>per se</i>, no es algo negativo; al contrario, puede suponer un interesante acercamiento filosófico para espectadores no especialistas. En mi opinión, al final, sobre todo los 4 últimos capítulos, el creador decide tomar un camino arriesgado, cambiando muchos aspectos de lo que venían siendo los capítulos anteriores, sobre todo en cuestiones de ritmo de la trama, de localización de los personajes y de coherencia narrativa. A pesar de todo, no me parece que el final sea malo; de hecho, creo que es consecuente con lo planteado a lo largo de la serie. </div>
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En definitiva, Babylon es uno de esos animes que pueden verse en un par de días, que no resultan ni mucho menos perfecto, pero que para el público adulto puede ser un producto interesante.<br />
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<br />Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-63195325178580469892020-04-30T15:23:00.001-07:002020-05-01T06:20:37.908-07:00Prometo que cumpliré esa promesa <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsOyoI_c16s6jO4O1ztMKUDT8w5hF5_G5HcMBAIL6Nn4UBq8-ETQOpBth3AkLYf4mcSNH7rjir8GTcGxqsabLe1zoRg4Xu6IcoXTQnFTYQrCVIksYuGGvt6RDbewjS21O0W11pG43FCLw/s1600/82288130_164128321570150_4614593067041685504_o.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="772" data-original-width="960" height="257" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsOyoI_c16s6jO4O1ztMKUDT8w5hF5_G5HcMBAIL6Nn4UBq8-ETQOpBth3AkLYf4mcSNH7rjir8GTcGxqsabLe1zoRg4Xu6IcoXTQnFTYQrCVIksYuGGvt6RDbewjS21O0W11pG43FCLw/s320/82288130_164128321570150_4614593067041685504_o.jpg" width="320" /></a></div>
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Dice Platón en "El Banquete" que primitivamente había tres especies de hombres: unos
todo hombres, otros todo mujeres, y los terceros hombre
y mujer. Estos hombres estaban unidos por el ombligo, y tenían cuatro
brazos, cuatro piernas, dos semblantes en una misma cabeza, opuestos el uno al otro y vueltos del lado de la espalda; los órganos de la generación dobles y colocados
del lado del semblante, por debajo de la espalda.</div>
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Esta raza de hombres era fuerte. Se hizo orgullosa y
atrevida hasta el punto de intentar, como los gigantes de
la fábula, escalar el cielo. Para castigarles y disminuir su
fuerza, Júpiter decidió dividirlos. Es por eso que siempre estamos buscando "nuestra media naranja", porque estamos incompletos. Somos imperfectos, cuerpos que anhelan juntarse con otros. De ahí que el desamor genere tanto dolor, tanto sufrimiento. Va en nuestra condición compartir, llenar ese vacío que solo otra persona nos puede dar. El deseo, así, es anterior al objeto deseado, nos guía hacia nuestro destino, nos mueve hacia la perfección. Sí, eres perfecta, porque a mi lado siento que puedo volver a tocar el cielo. Los dioses pueden juzgarnos, pero no comprendernos; porque, para amar, hay que ser imperfecto, hay que sentir la llamada del otro, ir a su encuentro, coger su mano y rezar por hacer de ese momento un momento eterno.</div>
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Si para Platón el amor no consistía en desear las cosas físicas de esta realidad, sino la idea misma de Belleza, incorruptible, eterna, inteligible solo en su mundo metafísicamente ideal, he de confesar, en honor a la verdad, que te amo en ti misma, con todo lo que eres y representas, por todo lo que significas. Sublimo en mi amor por ti todas las pasiones y sobrevuelo este mundo mundano. Si esta vida tuviera que pender de una sola promesa, sería la promesa de que te amaré por siempre. Prometo que cumpliré esa promesa.</div>
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Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-55815182194464062742020-04-07T12:15:00.001-07:002020-04-07T12:25:51.929-07:00Lógicas del poder en el cuerpo confinado<div style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi13LMZ8Ffojht6lfXS4Hy6b4qPBj8n0Z14W29G30JpRcleDeuDLxCmExF_RuFiEqiKWNBun3QFkksxaFsMniXPK2FLCNud97Q0Wcfd6eqfBGDuSdpsJAbainfPxGufH2DK5NEu2KdMaRo/s1600/coronavirus-cuarentena.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="483" data-original-width="690" height="224" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi13LMZ8Ffojht6lfXS4Hy6b4qPBj8n0Z14W29G30JpRcleDeuDLxCmExF_RuFiEqiKWNBun3QFkksxaFsMniXPK2FLCNud97Q0Wcfd6eqfBGDuSdpsJAbainfPxGufH2DK5NEu2KdMaRo/s320/coronavirus-cuarentena.jpg" width="320" /></a>Soy consciente de que un artículo acerca de la crisis del COVID-19 supone ya de antemano un añadido al exasperante bombardeo informativo que sufrimos todos los días. Tampoco se han quedado atrás filósofos, sociólogos, economistas e intelectuales de toda estirpe a la hora de lanzar al público sus sesudos análisis sobre el fenómeno en cuestión. A decir verdad, se han dicho tantas cosas sobre la crisis del coronavirus que reseñarlas aquí exigiría un espacio del que no disponemos (tampoco tendría demasiado interés): Zizek, Butler, Agamben, Han o Preciado son algunos de esos autores. En general, los artículos de opinión o ensayos que he leído son errados, en el mejor de los casos, o directamente un cúmulo de estupideces mal ensambladas, en el peor de ellos. </div>
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Particularmente, me llamó la atención el ensayo de Paul B. Preciado publicado en el El País hace un par de semanas y que llevaba por título <a href="https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585316952_026489.html">“Aprendiendo del virus”</a>. La suma de imprecisiones conceptuales, la incoherencia en muchas partes del mismo y la, a mi juicio, casi inexistente argumentación, me dejó sorprendido, habida cuenta del prestigio académico del autor. No voy a diseccionar los elementos de dicho texto –que cuenta con cierta extensión, por cierto–; el lector interesado puede acceder directamente a él y formarse su opinión. En todo caso, hay una crítica muy acertada a mi modo de ver que quizá merezca la pena leer, elaborada por Luciana Cadahia y Germán Cano, y publicada en la web del recientemente creado Instituto de Estudios Culturales y Cambio Social: <a href="https://www.ieccs.es/2020/04/06/el-blackout-de-la-critica/">“El blackout de la crítica”</a>. </div>
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Digo que me llamó especialmente la atención porque, a partir de dicha lectura, me animé a escribir esta pequeña reflexión, empleando las herramientas analíticas propias de la tradición del pensamiento foucaultiano y sus correlatos (sobre todo, la conocida como “Italian Theory” y el pensamiento impolítico/inmunitario). Sé que estos términos suenan lejanos para muchos y que quien esté leyendo estas líneas no tiene por qué conocerlos. Por eso, intentaré en lo sucesivo ser lo más claro posible, evitando cualquier exceso lingüístico que complejice demasiado el texto. </div>
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Pues bien, me interesa aquí explorar las lógicas del poder en los cuerpos durante el confinamiento impuesto por el Estado español mientras está vigente el estado de alarma, regulado en el art. 116 de la Constitución y la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, de los estados de alarma, excepción y sitio (descarto aquí la tentación de hacer un análisis jurídico, aunque mi alma de jurista me compele a ello; pero tengo miedo de desviarme en demasía en cuestiones técnico-jurídicas). El sujeto de nuestro tema de análisis es el poder, él es quien opera mediante “lógicas”, esto es, mediantes diferentes técnicas o modos de expresarse; en contrapartida, el objeto, aquello sobre lo que el poder recae, sería el cuerpo. </div>
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Pero se trata de un cuerpo especial, no del cuerpo tal y como lo conocemos habitualmente: el cuerpo confinado. El confinamiento, amén de otras precisiones que pudieran hacerse, se diferencia con la cuarentena en un aspecto esencial, poco advertido -dicho sea de paso- por quienes usan ambos adjetivos indistintamente; concretamente, el cuerpo confinado es un cuerpo “sano”, no está <i>a priori</i> “infectado”, a diferencia de lo que ocurre con el cuerpo en cuarentena, del que ya se sabe es portador del virus. El confinamiento es preventivo y general (se aplica a toda la población), mientras que la cuarentena se ejecuta <i>a posteriori</i> y es individualizada. Es esta una precisión necesaria para entender algo que diremos un poco más adelante. </div>
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Tenemos ya las piezas de nuestro tablero. ¿Cómo funciona la relación entre estos sujeto y objeto? ¿De qué modo se ejerce el poder del gobernante sobre el cuerpo del gobernado? Estas son las preguntas a las que queremos acercarnos con interés inquisitivo. El punto de partida mi tesis lo constituye la diferencia –de origen foucaultiano– entre soberanía y biopolítica. En el primer volumen de su “Historia de la sexualidad”, subtitulado “La voluntad de saber”, explica el filósofo francés la diferencia entre estas dos formas de gobierno, y lo hace a partir de la relación que tiene el poder con la vida. El poder del soberano consiste en “Hacer morir o dejar vivir”, mientras que el poder biopolítico consiste en justamente lo contrario, a saber, “Hacer vivir o dejar morir”. Foucault entendía que, con la modernidad, se transitaba desde un modo de gobierno soberano a uno biopolítico (aunque no deben ser entendidos como excluyentes, ya que pueden convivir al mismo tiempo). No vamos a detenernos en los pormenores, porque no tenemos espacio para ello, pero baste, a los simples efectos de entender los pasos que vamos a dar, que la biopolítica es, en última instancia, un modo de producir “subjetividades”; se trata de amoldar los cuerpos a un ejercicio del poder que se centra en “hacer vivir”, es decir, en gestionar, potenciar y amoldar los cuerpos a ciertas normas que protegen a su vez ciertos intereses (fundamentalmente, intereses económicos). La subjetividad, así, haría referencia al modo en que se relaciona ese cuerpo concreto con la norma que le impulsa (no coactivamente, sino positivamente) a adoptar ciertas expresiones, gestos, conductas. </div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYlhXChzWBdHJISooIbW91aVJfOsTQVw1UsUl0aapdMkZd3fp6UzObEY-XZj1ghaeBF9vDdK-MO9wnLbaimFmEgTyEuCaNnc1Ev8cyK80ILDSdIGM_cMJLv7Dei2CoQWj2FvtMW7U3jM4/s1600/confinamiento.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="801" data-original-width="1200" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYlhXChzWBdHJISooIbW91aVJfOsTQVw1UsUl0aapdMkZd3fp6UzObEY-XZj1ghaeBF9vDdK-MO9wnLbaimFmEgTyEuCaNnc1Ev8cyK80ILDSdIGM_cMJLv7Dei2CoQWj2FvtMW7U3jM4/s320/confinamiento.jpg" width="320" /></a>Cabe preguntarse, de este modo: ¿Qué tipo de subjetividad está generándose en el cuerpo confinado? ¿Cómo se está relacionando ese cuerpo con la norma? ¿Cuáles son esas expresiones, gestos y conductas que asoman por el cuerpo confinado? ¿Cuáles son, en definitiva, las características de este cuerpo confinado atravesado por el poder? Pues bien, lo primero que debe afirmarse es que el cuerpo confinado crea una disociación, separa un adentro y un afuera. El afuera es aquí el espacio vetado, el lugar en el que se enuncia la ley del soberano; si uno incumple las restricciones impuestas a la libre circulación, será sancionado. La sanción es punitiva y es impuesta por el agente de la autoridad, todo ello en cumplimiento de un real decreto-ley publicado en el BOE. En el afuera no hay “grises”, no cabe un cumplimiento gradual de la ley, sino que esta determina si la situación es legal o ilegal de forma taxativa. </div>
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En cambio, en el adentro, en el interior de la casa, no queda rastro de soberanía alguna. Es un entorno biopolítico. No opera aquí la ley publicada en el BOE, sino la norma que adecua el cuerpo a ciertos hábitos, ciertas reglas de “corrección”, muchas de las cuales son difundidas por las redes sociales o los informativos. “Haz esto o aquello”; “Realiza ejercicio de tal o cual manera durante el confinamiento”; “Si tienes hijos, estas actividades son útiles para sobrellevar el confinamiento”; “Recetas para no coger kilos de más durante el estado de alarma”; “Consejos para afrontar el estrés”; etcétera. La lógica aquí no es exógena, sino endógena; es un poder reticular que transita por los cuerpos, se propaga y pliega hacia sí mismo. Ahora sí es posible hablar de gradualidad: cuerpos más o menos acomodados a la norma, cuerpos “más” y “mejor” confinados que otros. </div>
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En este entorno biopolítico del hogar, interior, situado en los márgenes del poder, hay, a mi juicio, al menos tres tipos de subjetividad diferenciadas que merecen nuestra atención. Son tres modos de entender cómo la norma, en su relación con el cuerpo, da lugar a un tipo de relación determinada. </div>
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<b>1. El comunitarista positivo:</b> El comunitarista positivo es ese tipo que cumple escrupulosamente con los aplausos de las 20:00 horas (y, si puede, pone la canción de “Resistiré” a todo volumen). Siempre está mandando mensajes de superación, encarnando los mejores valores de empatía, solidaridad y apoyo mutuo. Hace de coaching a ratos y cree que la clave para salir de esta situación es mantener la positividad ante la adversidad. Su <i>alter ego</i> televiso es Pablo Motos, sí, ese maestro del yoga que ha decidido regalarnos su sabiduría a fin de soportar mejor el confinamiento. El comunitarista positivo tiene un hándicap que le impide entender la comunidad más allá del plano psicológico o moral; en su mente no queda rastro alguno de los problemas estructurales de tipo económico o social. De hecho, el comunitarista positivo cree que las donaciones de los millonarios son ejemplo de que estos también “arriman el hombro” cuando es necesario. Por eso, los alaba públicamente y realiza las pertinentes ofrendas. No puede, en última instancia, dejar hacer vídeos constantes y compartirlos en las redes sociales. </div>
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<b>2. El vigilante frustrado: </b>Una de las frases más icónicas de la novela gráfica Watchmen, escrita por Alan Moore y dibujada por Dave Gibbons, nos empujaba a responder a la pregunta de “¿Quién vigila a los vigilantes?”. Pues bien, el vigilante frustrado contestaría a esa pregunta con otra pregunta: “¿Quién necesita vigilantes cuando los vigilados ya se controlan entre sí?”. El vigilante frustrado, consciente de que los agentes de la autoridad no llegan a todas partes, ha decidido echar un cable desde su casa, persiguiendo furibundamente –insultos mediante– a todo aquel que ose romper el confinamiento. Un detalle que expresa el fetichismo de este acto de control es la imperiosa necesidad de grabar al infractor, exponiéndolo al público en busca de una censura colectiva. Sí, el vigilante frustrado es un agente biopolítico colaboracionista con el poder soberano. </div>
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<b>3. El deportista infeliz:</b> Y, finalmente, tenemos el deportista infeliz. Él ya ha hecho sus pinitos con la infracción de la ley, a resultas de la cual ha sido sancionado. Su motivación es clara, no soporta que, en época de excepción, su cuerpo cuidado, saludable, sano, quede desprovisto de sus rutinas diarias. Ansía con ahínco el regreso a la normalidad, signifique eso lo que signifique, y se consuela haciendo actividad intramuros de fortalecimiento muscular. Es consciente, en cualquier caso, del desperdicio que supone hacer deporte sin que nadie pueda estar ahí para ver el resultado. Por ello, tiene la necesidad, al igual que sus compañero, el comunitarista positivo y el vigilante frustrado, de compartir sus rutinas en las redes sociales. </div>
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Lo que quiero decir con estos ejemplos, expresados en tono humorístico, es que el poder no está afuera de nosotros mismos; al menos, no lo está el poder que da forma a lo que somos. Ese poder está en nosotros. Escucho mucha crítica política por parte de los ciudadanos hacia los poderes públicos por causa de esta crisis; generalmente, se trata de críticas por la falta de previsión o la mala gestión. A toro pasado, todo es, lógicamente, más sencillo; capitán <i>a posteriori</i> he visto que los llaman por ahí. Pero lo cierto es que la situación anterior a la crisis no era ni mucho menos “normal”. En verdad, llamamos “normalidad” a un conjunto de situaciones injustas y violentas sublimadas por la decisión de la mayoría, o simplemente toleradas de forma impasible. </div>
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Entonces, ¿volver a dónde? No hay origen ni lugar al que volver. Pero igualmente es cierto que toda prospectiva es especulativa, como ponen en evidencia los profetas del mañana, instalados más cerca del <i>desiderátum</i> que de propuestas plausibles. No hay fórmula, nada está escrito. Lo que sí parece claro, como mínimo, es que algo anda mal con un sistema que crea muchas burbujas de muchos tipos pero se olvida del cuerpo, de lo material, de lo realmente existente. El cuerpo es, por definición, precario, y exige cuidados para poder emerger como vida digna. Ese problema, lamentablemente, estaba ya presente antes de que esta crisis lo hiciera visible para aquellos que vivíamos “inmunizados”, desatentos a la miseria y la violencia que sufre la inmensa parte de la población mundial. En tal sentido, deberíamos aprovechar bien el confinamiento para, en honor a nuestra tradición judeocristiana, hacer examen de conciencia en profundidad. Y pensar qué comunidad de futuro queremos construir; se trata de algo que está por hacer y en cuyas luchas hará falta poner mucha energía y esfuerzo, como bien nos recuerda nuestro amigo el comunitarista positivo.</div>
Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-36911702522686107782019-12-29T10:41:00.000-08:002019-12-29T11:18:40.651-08:00En defensa de las razones<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7Ub2ObgRD4jpb9Z6gM4ZxSU_MmQ5fzi6X3xBthFJyZ_9IP64oejfVTzPPt37ODMiE6xiYO3y6K2yHGuJduA-ByKt1oR0OeEDg5hik2w6lR8sm1wt3OrqloWvih669A-akDxkYWb-Zt54/s1600/dfb54be0697c97c328562c8b8e489068.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="1052" data-original-width="804" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7Ub2ObgRD4jpb9Z6gM4ZxSU_MmQ5fzi6X3xBthFJyZ_9IP64oejfVTzPPt37ODMiE6xiYO3y6K2yHGuJduA-ByKt1oR0OeEDg5hik2w6lR8sm1wt3OrqloWvih669A-akDxkYWb-Zt54/s400/dfb54be0697c97c328562c8b8e489068.jpg" width="305" /></a></div>
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Hace un par de siglos, el filósofo alemán Immanuel Kant definió la Ilustración como la salida del ser humano de su autoculpable minoría de edad. Esta era definida como la incapacidad de usar el propio entendimiento sin la guía de otro; el polo opuesto a la minoría de edad sería la autonomía, que etimológicamente significa “darse uno su propia ley”. Ser ilustrado, entonces, equivale a ser autónomo, es decir, a fundamentar el sentido de la acción en razones. Las razones son los motivos que, con arreglo a ciertas categorías lógicas, esgrimimos para justificar una postura determinada ante una realidad o estado de cosas. </div>
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El presupuesto último para que las razones sean vehículos adecuados de la argumentación descansa en el compromiso, digamos, ontológico en virtud del cual la arbitrariedad no permite dar cuenta de por qué algo es o, más bien, debería ser de tal o cual manera. De dicho compromiso se deriva una idea aún no explícita, a saber, que la renuncia de la razón nos deja en manos del más fuerte, de suerte que será la violencia el factor que determine cómo han de conducirse los asuntos que a todos nos conciernen. </div>
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En cambio, la apuesta por la razón –expresión con la que Karl Popper caracterizaba a la sociedad occidental– implica la construcción de un sistema democrático según el cual los conflictos humanos (y entre humanos) se resuelven apelando a ciertos criterios que, en última instancia, nos parecen valiosos. He ahí, a mi juicio, la especificidad de la filosofía como rasgo eminentemente humano; si el ser humano es, como alguna vez indicó Aristóteles, un animal con lenguaje, es la palabra –y su correlato en el plano comunitario, el diálogo– la piedra de toque que nos permite diferenciarnos del resto de entes vivos, tanto del reino animal como vegetal. </div>
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A la vista de lo anterior, una pregunta aparece con vigorosa intensidad en nuestros días, inquiriéndonos acerca del estado de salud de las razones. No parece, a poco que se eche una ojeada superficial por el devenir de los acontecimientos mundiales, que las razones sean hoy el plato favorito de los comensales políticos o sociales; es más, están en franco declive. Quizá nunca antes en la historia disponíamos de un arsenal tan infrautilizado de razones como en la actualidad, donde impera eso que algunos llaman “posverdad”, que no es sino la actitud –individual y grupal– que subordina las razones –en rigor, la verdad– a las creencias emocionales. </div>
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Sí, nuestro tiempo –si es que es lícito hablar en estos términos– tiene una característica singularísima que la diferencia de toda otra época histórica: el absoluto descrédito de la verdad, a la que las razones conducen cuando son debidamente escuchadas. Quien pretenda buscar la verdad en esta era de relativismos a la carta, se le acusará de innumerables delitos, se le castigará públicamente y, finalmente, será condenado al paredón de la red social. Todo ello porque el privilegio de la masa consiste, hoy, en poder opinar sin consecuencias, en poder opinar sin tener que esforzarse. Así, curiosamente, el disidente –cabría decir, el antisistema– es hoy aquel que investiga con demora, que no se deja atraer por el canto de las sirenas del reconocimiento público; rebelarse hoy consiste en pausar el ritmo vertiginoso de las cosas para que la verdad descienda desde el mundo de las ideas, se acerque y nos susurre al oído. </div>
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Pero claro, para ello hay que dar razones, construirlas, someterlas a la luz de la crítica y la contrastación empírica, en definitiva, exponerlas a la refutación o, en otras palabras, a la posibilidad de su mentira. Sin embargo, no es fácil sentirse refutado –desengañado– en un mundo virtual en el que el único crédito que satisface nuestro ego más primigenio es el de aparentar ser algo (listos, guapos, adinerados) que no sabemos a ciencia cierta si lo somos o no. Debido a ello, las razones están clamando por volver al lugar del que nunca debieron irse; entronizarlas como las únicas amigas capaces de acompañarnos en este mundo, el mundo humano, que no entiende de razones y que, paradójicamente, solo con ellas es capaz de tener algún sentido.</div>
Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-52661704410437686882019-11-23T05:55:00.002-08:002019-11-23T12:09:40.375-08:00Una lectura biopolítica de la cuestión social<div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQWv46V2CnUN6kZ88iJeJ5ozzM704LZZwRQJM0K8yKa_IR_J1zw8F-zhmkTBNNSxFpK7f5y9zwyPp9cebOQ6dLLbNEUGaBuU7XUVwaWesh881oScVBaYUYC6YhCHuezidZKZLG1egKOoU/s1600/Isaak_Brodsky_putilov.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="229" data-original-width="450" height="202" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQWv46V2CnUN6kZ88iJeJ5ozzM704LZZwRQJM0K8yKa_IR_J1zw8F-zhmkTBNNSxFpK7f5y9zwyPp9cebOQ6dLLbNEUGaBuU7XUVwaWesh881oScVBaYUYC6YhCHuezidZKZLG1egKOoU/s400/Isaak_Brodsky_putilov.jpg" width="400" /></a></div>
Nunca se me olvidará una frase de mi profesor de Derecho del Trabajo: “El Derecho Laboral no está ahí para favorecer al trabajador, sino para integrar un conflicto, el conflicto entre capital y trabajo”. Con este enunciado bien se puede construir una asignatura completa de casi cualquier rama de las Ciencias Sociales y Jurídicas. Es cierto, el Derecho del Trabajo –en general, cualquier disciplina jurídica– tiene su razón de ser en la solución de un conflicto de intereses individuales o colectivos. Esto, en principio, no tiene por qué ser malo; sencillamente, expresa una realidad. </div>
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Lo que se pone de relieve es que la llamada “cuestión social” (también llamada cuestión industrial, en referencia a la Revolución Industrial del XIX) puede ser leída de muchas maneras. Una de ellas –la más extendida– es aquella que incide en la lucha de los movimientos obreros en favor de los derechos sociales y económicos, cristalizándose todo ello en logros evidentes como la reducción de la jornada laboral a ocho horas, la prohibición del trabajo infantil, el surgimiento de los sistemas de Seguridad Social o mejoras relativas a la seguridad y salud en la fábrica, por nombrar algunos. Según esta perspectiva, la legislación laboral y las normas tutelares de los derechos de los trabajadores serían el resultado de la acción en la calle, ejercida a través de lo que en terminología jurídica se conoce como “medidas de conflicto colectivo” (huelga, boicot, ejercicio de derechos constitucionales de libertad de expresión y reunión). </div>
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Otra lectura, de corte biopolítico, vendría a señalar cómo el Derecho del Trabajo, en su génesis pero también en su evolución y reestructuración actual, es el producto de un modo de gestión política de la vida biológica de la población. Por ejemplo, dejando ocho horas para trabajar, ocho horas para consumir y ocho horas para dormir; de este modo, el capitalismo salvaría sus limitaciones históricas camuflando bajo una “conquista social” lo que en realidad es una vuelta de tuerca más a su profunda capacidad alienadora. Claro está, para ello es necesario que, en términos subjetivos, el trabajador considere que es más libre consumiendo que trabajando bajo la dirección férrea y casi total del empresario, a la postre su empleador y, por tanto, sostén de vida. En realidad, la dominación se hace más sutil, se esconde bajo formas en apariencia liberadoras. </div>
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Curiosamente, el resurgir hoy de la explotación laboral en su sentido más burdo, como consecuencia de un mercado global altamente competitivo que empuja hacia el abaratamiento de los costes de producción, relega a un segundo plano el debate más hondo sobre la estructura productiva y de consumo. Dicho de forma más sencilla, nos quejamos porque trabajamos horas extra no pagadas o porque nuestro salario es de miseria, pero no cuestionamos que lo que deseamos es comprar ropa, irnos de viaje o adquirir el último modelo de teléfono móvil. Como decía Cicerón, “el trabajo de un asalariado al que se paga por su labor y no por su capacidad artística es indigno de un hombre libre, y es innoble por naturaleza; pues, en este caso, el dinero es el precio de la esclavitud”. </div>
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En Roma encontramos un buen ejemplo de esto. La liberación de los esclavos –a los que se encomendaba, en el seno de la familia como unidad básica de la economía, los trabajos manuales– por parte de sus amos derivaba en la figura del “liberto”. El liberto era el antiguo esclavo que había alcanzado la condición de hombre libre gracias a la decisión de su amo (manumisión). Para conseguir esta condición de hombre libre, el liberto debía obligarse (es importante este término, pues en la actualidad el contrato de trabajo no es sino la plasmación jurídica de obligaciones acordadas entre trabajador y empleador) a prestar una serie de servicios. De hecho, la promesa del esclavo de que en el futuro prestaría dichos servicios constituía la condición previa y necesaria para la manumisión, de tal modo que, una vez liberado el antiguo esclavo, esa promesa quedaba formalizada (del mismo modo que, hoy día, el contrato es la expresión formal en la que el trabajador se obliga a prestar sus servicios al empresario a cambio de una contraprestación económica).</div>
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Se constata la continuidad entre la esclavitud (forma prototípica de relación laboral en la Edad Antigua) y el trabajo libre (forma prototípica de relación laboral en la Edad Moderna). Tal vez una lectura más desencantada del Derecho Laboral permita articular mejores estrategias de cara a la consecución de nuestras aspiraciones como sociedad, siendo conscientes de los límites a la hora de torsionar el poder a efectos de hacerlo más acomodado a nuestros intereses. Al fin y al cabo, en toda relación de poder hay alguien que manda y alguien que obedece, sea esto más o menos explícito.</div>
Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-18227592594748616452019-06-24T13:49:00.000-07:002019-06-24T13:51:55.582-07:00Su sonrisa<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikL3aD_smVeZuIbTaXlP_lmGoWV_wO7EX-_cd1V7MAcBAP9TLeTFhKVkBTLpzqSSRHsI3Yd4Y8E37K85dUFHL7Vc25JLXw_T4aAYwTJXVCNbi6LPX6Vuwim9aNTffIGTlr-5egq6Lv7Fg/s1600/IMG-20190221-WA0000.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="1600" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikL3aD_smVeZuIbTaXlP_lmGoWV_wO7EX-_cd1V7MAcBAP9TLeTFhKVkBTLpzqSSRHsI3Yd4Y8E37K85dUFHL7Vc25JLXw_T4aAYwTJXVCNbi6LPX6Vuwim9aNTffIGTlr-5egq6Lv7Fg/s320/IMG-20190221-WA0000.jpg" width="320" /></a></div>
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Si hay algo que me gusta de ella es su sonrisa, sí, esa sonrisa encantadora que me cautivó desde el principio. Quizá fuera por la expresión, o tal vez porque la acompañan esos tiernos y profundos ojos, pero el caso es que su sonrisa me atrapó. Sonreír y reír, dos dibujos perfectos que dan cuenta de una belleza inconmensurable, solo al alcance de unos pocos. Mi privilegio consiste en ser partícipe de todo cuanto acontece a su alrededor. Amarla y estar con ella, presenciarla, pensarla, cuidarla y acariciarla. Cuando ella está, todo cambia; el ambiente se torna mas genuino, más real, más auténtico. Uno siente como el tiempo se detiene y el mundo deja de caminar. Por un instante, se pueden oír los casi imperceptibles susurros del corazón; me dicen cosas que ningún mortal puede escuchar. En mitad de las sombras, su mano me guía como el barquero por el río Aqueronte. Paulatinamente, el velo va cayendo y su figura se muestra con mayor claridad. De nuevo, su sonrisa, una sonrisa mágica, envolvente; una sonrisa llena de vida. Una sonrisa sin principio ni fin, eterna... tan eterna como nuestro amor. </div>
Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-167265121778528382018-07-31T11:25:00.000-07:002018-07-31T11:32:44.342-07:00Decisiones irreversibles<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHoTGMzUMQispd03rHwjxHDPdH2CiXuNATVZ71RtsqN4jJR1O6vy9B-YM2l5-w98BEl4GfxP3KAsFTwveSIwfVOh0R_o_vWndxjJDeg4cMr-ppxvQ-UCU9BcsZazh0R7AQMXk1R7UsIR4/s1600/arrow_of_time-2.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1002" data-original-width="1336" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHoTGMzUMQispd03rHwjxHDPdH2CiXuNATVZ71RtsqN4jJR1O6vy9B-YM2l5-w98BEl4GfxP3KAsFTwveSIwfVOh0R_o_vWndxjJDeg4cMr-ppxvQ-UCU9BcsZazh0R7AQMXk1R7UsIR4/s320/arrow_of_time-2.jpg" width="320" /></a></div>
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A lo largo de nuestra vida, tenemos experiencias de todo tipo. Trabajamos, disfrutamos del tiempo libre, dormimos, comemos, bebemos, nos enamoramos, nos enfadamos y así con un sinfín de ejemplos. La mayor parte de lo que nos ocurre es una mezcla de azar y decisión, de cosas que se escapan a nuestro control y otras que son fruto de nuestra voluntad; casi siempre podemos repetir o intentar repetir una experiencia o situación concreta, sobre todo si aquello nos resultó agradable. No obstante, hay un tipo peculiar de vivencias que no son repetibles, que son únicas, especiales, inigualables y, quizá por todo ello, eternas. En el camino de la existencia nos encontramos, en ocasiones, con momentos vitales que marcan el futuro y que, para bien o para mal, son inmutables. No podremos, en adelante, variar ni un ápice de esa decisión irreversible que determinó en parte nuestro destino.</div>
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Como he dicho antes, la mayor parte de lo que nos ocurre es una mezcla de azar y decisión; sería estúpido intentar controlar aquello que, por su propia naturaleza, no es controlable. Al contrario, tomar conciencia de las decisiones que sí están en nuestra mano es una tarea fundamental; me atrevería a decir que es la tarea más difícil a la que se enfrenta todo ser humano durante el transcurso de su vida. Y es que la libertad de elegir implica el miedo a equivocarse. En no pocas ocasiones he visto vidas enteras destruidas por decisiones erróneas, por decisiones irreversibles que se adoptaron sin tener en cuenta todas y cada una de sus consecuencias. No digo que no existan segundas oportunidades, pero sí que las oportunidades son escasas. De nada sirve vivir el aquí y el ahora si ello no va acompañado de un proyecto de futuro, de un proyecto forjado desde el convencimiento de quien da sentido a las cosas que hace. Normalmente, los errores vienen dados por una ausencia de reflexión, esto es, pensamos poco en qué queremos ser, a qué queremos aspirar. Precisamente por ello, nuestra vida cotidiana es prestada, impostada en el mejor de los casos. Y es que vivimos vidas ajenas, inventadas, publicadas, transmitidas por un modelo hegemónico de pensamiento que es a su vez un modo de vida. No hay más que mirar los gustos, los hábitos y las pautas de comportamiento de la mayoría de personas que nos rodean: todos hacen lo mismo. Y si no hacen lo mismo, hacen algo diferente solo por llevar la contraria, sin creer realmente que ese es su lugar en el mundo.</div>
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A decir verdad, el tiempo es una ilusión, como decía una de las mentes más brillantes del siglo XX. No obstante, que el tiempo sea una ilusión, para nosotros, seres efímeros cuyo paso por la existencia es ridículo, no implica que nuestras decisiones no puedan causar dolor y sufrimiento, tanto propio como ajeno. Tal vez habría que reducir la velocidad con que vivimos, dejar al lado tantas experiencias insulsas y superficiales, para centrarnos un poco más en la demora y la pausa que exige una vida en libertad; ya que, sin libertad, la vida vale lo mismo que un guijarro en medio del desierto. Nada. </div>
Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-85856086158536242402017-12-15T20:05:00.002-08:002017-12-16T06:14:09.479-08:00La cena <div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
Después de varios meses sin verse, los cinco habían quedado para cenar en la nueva casa de Rojo. Como de costumbre, Azul llegó tarde, lo que provocó las reprimendas de Amarillo:</div>
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<br /></div>
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- Siempre igual. De verdad, yo ya no sé si es que lo haces a posta o es que tienes un talento innato para fastidiar al resto -dijo, con un tono claro de reproche.</div>
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- Sabes que una de mis virtudes consiste en hacerme desear siempre que pueda -contestó Azul, no sin cierto aire de burla.</div>
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<br /></div>
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Verde estaba sentado en el sofá del salón principal, sorbiendo con delicadeza una copa de vino tinto mientras observaba a sus compañeros con una mirada de desprecio. De entre todos, Verde era sin lugar a dudas el más sofisticado. Vestía trajes caros, aprovechaba cualquier ocasión para citar a alguno de sus filósofos favoritos y no podía evitar usar un lenguaje condescendiente para con el resto:</div>
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<br /></div>
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- No entiendo qué hacemos aquí hoy. Estoy empezando a pensar que Rojo ha perdido definitivamente el poco juicio que le quedaba si piensa que existe alguna forma de que esto salga bien.</div>
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- Podrías haberte quedado en casa haciendo... no sé, lo que sea que hagas en esa "empresa" tuya -dijo Amarillo, en un arranque de sinceridad.</div>
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- Como decía Nietzsche, "lo que no nos mata, nos hace más fuertes". ¿Cierto? -contestó Verde, ignorando el intento de Amarillo de hacerle enojar.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Chicos, chicos, tranquilos. Estamos aquí para pasar una buena noche. Vamos a cenar, a beber y, quién sabe, quizá incluso reír. Eso ya sería la hostia, sobre todo teniendo en cuenta el ambiente cargado que hay aquí -dijo Azul, de nuevo burlonamente. </div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfpVlx7vXbb-2hi0u7chGF6wRU5PxaT2DIeFh5uPvBeO8ldXEbvfl5ITo2oNETONSgmgWcWXh5cF8lWvMvVA9PE3RioyHS-K4i5n5T-2GPoTvsVtTascp_LutZBmUTOcXamKrfP2zAQ8E/s1600/dinner-table-1433494_960_720.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="639" data-original-width="960" height="212" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfpVlx7vXbb-2hi0u7chGF6wRU5PxaT2DIeFh5uPvBeO8ldXEbvfl5ITo2oNETONSgmgWcWXh5cF8lWvMvVA9PE3RioyHS-K4i5n5T-2GPoTvsVtTascp_LutZBmUTOcXamKrfP2zAQ8E/s320/dinner-table-1433494_960_720.jpg" width="320" /></a></div>
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El grupo de amigos era inseparable. Pero un evento relativamente reciente había provocado la ruptura de las relaciones que, durante años, habían construido. Con todo, Rojo consiguió reunirlos de nuevo, arguyendo que tenía que contarles algo "importante". Tras unos minutos, llegaron al salón, procedentes de la cocina, Rojo y Blanco. Se saludaron con el resto de compañeros, sirvieron los platos y dieron comienzo a la cena.</div>
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<br /></div>
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- Siento haberos hecho esperar. En todo caso, me alegro de que estéis aquí. No quiero soltaros una chapa, simplemente esperaba que, como antaño, pudiéramos pasar un rato juntos. Se lo estaba comentando a Blanco mientras me echaba una mano en la cocina -dijo Rojo.</div>
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- Tiene razón, tíos. Esto ha ido demasiado lejos. Al menos, deberíamos ser capaces de tratar el asunto como adultos. No digo que tengamos que ser mejores amigos otra vez como si nada hubiera ocurrido; tan solo creo que sería bueno para todos buscar normalizar la situación -añadió Blanco, que siempre adoptaba posturas favorables a la opinión de Rojo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Estáis mal de la puta olla -replicó Verde-. He venido por respeto, Rojo, porque considero que tú no tuviste nada que ver. Aún así, esto está mal. Y lo sabes. En fin, podemos cenar y dejar la charla para otro momento.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Por fin, después de años, estoy de acuerdo contigo -dijo Azul, irónicamente-. Vamos a papear, a beber y toda la movida. Yo es que no he merendado. Y cuando no meriendo, no sé por qué, me entra hambre.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Sigues siendo igual de tonto -le soltó amarillo, que, no obstante, no pudo evitar reírse con el comentario de Azul, el más gracioso del grupo sin lugar a dudas.</div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡A eso me refería! -exclamó Rojo, mientras cortaba pan con un cuchillo viejo-. Amarillo riéndose de las tonterías de Azul. Bien. Algo es algo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- No te hagas ilusiones. Solo es un espejismo -dijo Verde, que siempre aportaba la nota pesimista a todo-. Bueno, ya que estamos reunidos, puedes decirnos qué es eso tan importante que tenías que contarnos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br />
- Esta bien. Prefiero ir al grano y dejar el suspense para otro momento. Después de lo que ocurrió entre nosotros, estuve bastante perdido emocionalmente. No sabía que hacer con mi vida, no sabía hacia donde dirigir mis pasos. La mayor parte del tiempo la pasaba en casa, sin hacer nada. Me despidieron del trabajo, como ya sabréis, y dediqué mis fuerzas a indagar en el vacío que había dejado vuestra marcha. Jamás pensé que fuera tan sensible a estas cosas. Joder, de hecho, siempre he criticado todo el rollo sentimentaloide. Pero, aun así, no podía evitarlo. Estaba roto. Entonces, un día, decidí marcharme de casa y caminar. No tenía rumbo ni dirección. Caminé durante dos días seguidos, hasta que acabé en una casa abandonada en las afueras de la ciudad. Como estaba exhausto, decidí tocar a la puerta y pedir alojamiento y comida. No había dormido en casi 48 horas y estaba prácticamente deshidratado. Me abrió la puerta una anciana de unos 80 años. No me dijo su nombre, simplemente me cogió del brazo y me ofreció entrar. Me sirvió comida y agua y me invitó a tumbarme en el sofá haciéndome gestos con la mano. Era una vieja casa de madera, de las que ya no se construyen. El caso es que la anciana no soltó ni una sola palabra. Durante todo el rato que estuve con ella, no articuló ni una frase. Me quedé dormido en el sofá y, al despertar, había una nota encima de la mesa. Decía lo siguiente: "Ahora eres el portador de la maldición de esta casa. Solo hay dos formas de romper dicha maldición. La primera, hacer que un invitado entre y se quede dormido en el sofá, sin decir ni una sola palabra. La segunda, si decides hacer uso del lenguaje, consiste en invitar a cuatro personas con las que tengas una relación especial y hacer que se maten entre ellas, quedando vivo solo uno de ellos. Tú quedarás liberado de la maldición y el ganador obtendrá una recompensa: podrá hacer realidad un deseo. Suerte"</div>
Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-12191521403931602652017-10-07T18:38:00.001-07:002017-10-07T18:45:51.835-07:00El vacío de la existencia<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiDv4BSyZXMC28nLh0r_O4dcyFfjS2yI2CoLjWM73S22Ey6U2F0O8HnTxMWfu62AtPXUp3KJthWgBVJV9W7ZpiCW9XnXA5iVIwiEUcvnBudX5-QvDsxcrf_JW04iGPuEdcu1CrP6V_23U/s1600/camino-niebla-bosque-soledad-relax-Fondos-de-Pantalla-HD-professor-falken.com_.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1067" data-original-width="1600" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiDv4BSyZXMC28nLh0r_O4dcyFfjS2yI2CoLjWM73S22Ey6U2F0O8HnTxMWfu62AtPXUp3KJthWgBVJV9W7ZpiCW9XnXA5iVIwiEUcvnBudX5-QvDsxcrf_JW04iGPuEdcu1CrP6V_23U/s320/camino-niebla-bosque-soledad-relax-Fondos-de-Pantalla-HD-professor-falken.com_.jpg" width="320" /></a></div>
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El vacío de la existencia se refleja todos los días en nuestros actos. Esa mirada perdida en el horizonte mientras sostienes entre tus manos el primer café de la mañana; ese caminar errático camino del trabajo, acompasado con divagaciones sin fin; esas interminables noches de insomnio que te dejan el pecho encogido; el desasosiego que acompaña el final de una relación amorosa, de una amistad o de un familiar; el fin de un libro cautivador, de una hermosa película o de una serie que te acompañó durante años; el viaje eterno hacia ninguna parte que siempre resuena de fondo, como el eco de una vida que jamás será real. Estos, y muchos otros, son ejemplos cotidianos y vitales del vacío de nuestra existencia. La existencia nunca deja de llamar a la puerta para recordarnos lo efímera, escurridiza y líquida que es nuestra estancia por estos lugares; nos llama la atención, una y otra vez, para inquirirnos: ¿Estamos viviendo auténticamente el precioso tiempo que por azar se nos ha otorgado? ¿Querríamos vivir del modo en que lo estamos haciendo si la existencia se repitiera una y otra vez, hasta la eternidad, como dijo Nietzsche?<br />
<br />
La existencia es fundamentalmente soledad. Y la soledad es fundamentalmente angustia; por eso, nadie puede aguantar solo demasiado tiempo. Inmediatamente vienen a visitarle a uno determinados pensamientos muy duros a los que cuesta hacer frente. La soledad interroga, mientras que la muchedumbre hace justo lo contrario, tiene un efecto opiáceo. Queremos olvidar la angustia que supone el estar solo, porque tenemos miedo de que nuestra existencia no sea recordada por nadie; tenemos miedo a las preguntas, a la falta de un suelo sobre el que apoyarnos. Tenemos miedo al vacío existencial que se aparece cuando nada ni nadie está ahí para aguantarnos.<br />
<br />
Pero la existencia también es belleza, arte, imaginación, amor y pasión. La existencia permite, una vez se ha mirado al abismo, construir algo valioso a pesar de su temporalidad. Quizá habría que decir que es precisamente gracias a su temporalidad, a su fragilidad, por lo que la existencia tiene algún valor digno de mención. Pensémoslo bien. Nunca más volveré a escribir estas palabras que estoy escribiendo ahora, nunca más se repetirá este momento. La singularidad de cada uno de nuestros actos es motivo suficiente para hacer de la existencia un vacío, sí, pero un vacío con sentido. Gracias a que nada está predefinido de antemano, por mor de esa verdad indiscutible de que el destino no está escrito, es posible hacer realidad el sueño siempre recurrente de la libertad. Todo aquello que está destinado a morir o a desaparecer, todo aquello que nunca más volverá a repetirse, he ahí el verdadero valor y significado de la vida: convertir la fatalidad del destino en aspiración de vivir sin miedo a dejar este mundo, porque nunca fue nuestro. </div>
Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-50573821610209235142017-07-27T09:27:00.003-07:002017-07-27T11:34:32.756-07:00¿Qué significa ser queer?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbfeVoCxreEd_Q0zxb_CudJzg8eSnau4_UptzaeSiyhrqfU8cgoEashyI-0Jw1WxeAiPfGtFzFn6Ovwq7NXpB5t8HsJo8zuH74NeIDeEK_UtDFEQEZ8DjXwnmdRV90i0xJw6clxiXEBZk/s1600/d5fb3f856eb83d6e22d11443d4287e08.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1024" data-original-width="1024" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbfeVoCxreEd_Q0zxb_CudJzg8eSnau4_UptzaeSiyhrqfU8cgoEashyI-0Jw1WxeAiPfGtFzFn6Ovwq7NXpB5t8HsJo8zuH74NeIDeEK_UtDFEQEZ8DjXwnmdRV90i0xJw6clxiXEBZk/s320/d5fb3f856eb83d6e22d11443d4287e08.png" width="320" /></a></div>
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En una de sus obras, la filósofa Judith Butler dice lo siguiente: "¿Existe un buen modo de categorizar los cuerpos? ¿Qué nos dicen las categorías? Las categorías nos dicen más sobre la necesidad de categorizar los cuerpos que sobre los cuerpos mismos". En otras palabras, no tenemos por que usar etiquetas para definir, clasificar, organizar y entender nuestros cuerpos; o, al menos, no necesitamos utilizar esas etiquetas para comprender realmente cuál es nuestra "identidad", si es que esa palabra significa o denota algo. Así, términos como "hombre", "mujer", "heterosexual", "homosexual", "bisexual", "gay", "lesbiana", "transexual" y tantos otros caen en saco roto; en verdad, no son sino meras palabras que usamos para comunicarnos, nada más. Podríamos emplear otras palabras, o ninguna, pero el caso es que, por necesidades de orden social, tenemos que simplificar el modo en que nos relacionamos, y claro, es muy complicado en una conversación de diez minutos pararse a explicarle a nuestro interlocutor, justificándolo filosóficamente incluso, que estamos en contra de normativizar nuestros cuerpos con conceptos que nos vienen impuestos. </div>
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El caso es que, tradicionalmente, una forma concreta de entender los cuerpos ha predominado sobre el resto y, para ello, las categorías, las "etiquetas", han sido fundamentales. El lenguaje tiene el poder no solo de transmitir ideas o pensamientos, de facilitar la comunicación y hacernos la vida más fácil, sino que también posee la capacidad de transformar o incluso de crear realidades, es decir, de "construir" algo que previamente no existía. En ese sentido, el lenguaje, cuando adopta la forma de discurso, esto es, cuando se manifiesta en tanto que práctica social que quiere y pretende organizar una colectividad humana, es un arma poderosísima. Ese poder ha sido empleado históricamente para oprimir y marginar todas aquellas formas de sentir y entender el cuerpo que pudieran perturbar el orden social; es lo que se conoce como "hegemonía". La hegemonía es la capacidad que tiene un sector del poder social, político y económico de imponer una visión determinada de las cosas, cercenando toda forma de resistencia y consolidando un imaginario colectivo. A este respecto, el sistema sexo-género es el que, primordial e históricamente, ha dominado en Europa y Occidente.</div>
<div style="text-align: justify;">
¿Qué es el sistema sexo-género? Muy sencillo. En pocas palabras, una forma de categorizar los cuerpos que parte de dos premisas. Primero, el sexo es algo natural, viene determinado por nuestra biología; por tanto, solo se puede ser "hombre" o "mujer". Segundo, a cada uno de ambos sexos le corresponde unas determinas funciones y roles en el marco social; en concreto, el hombre tiene que ser "masculino", fuerte, racional y encargarse de las labores productivas, mientras que la mujer debe ser "femenina", emocional, dedicarse a los cuidados y a las tareas reproductivas. A ello, podríamos añadir una tercera premisa, a saber, las relaciones afectivo-sexuales no puede ser de hombre a hombre o de mujer a mujer, es decir, la homosexualidad está prohibida. De este modo, ya tenemos las tres patas del sistema sexo-género: (i) el sexo biológico o natural; (ii) el género (cultural) o roles, ligado a cada uno de los sexos; y (iii) la orientación sexual.</div>
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Se ve cómo el sistema sexo-género hace del cuerpo un instrumento del poder. En primer lugar, "naturaliza" los sexos para impedir una apertura en las formas de sentir y vivir el cuerpo, algo que, en teoría, podría atacar la homogeneidad del grupo y, consecuentemente, desestabilizar el orden (de ahí que, por ejemplo, se mutilen a las personas intersex o se margine hasta la extenuación a las personas trans*); en segundo lugar, clasifica las funciones sociales, asegurándose la reproducción de la especie humana y la producción económica; y en tercer lugar, cosifica y enclaustra el deseo, impidiendo cualquier forma de relación afectivo-sexual no heterosexual, esto es, no hegemónica. </div>
<div style="text-align: justify;">
Así las cosas, los colectivos LGTBI (Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales, Intersex) enfocan su lucha hoy como una lucha por reivindicar o visibilizar sus identidades, sus formas de entender el cuerpo, para, con ello, deconstruir el discurso hegemónico. En cierto sentido, es una estrategia adecuada, siempre y cuando se plasme en todas las dimensiones del problema: institucional, política, económica, jurídica, etc. No obstante, en los últimos años, han surgido algunas voces críticas dentro del seno del propio movimiento LGTBI; ahí es donde entra lo queer. Lo queer, término cuya traducción sería algo así como "raro", viene a poner de relieve que de nada sirve usar las mismas categorías del sistema sexo-género si el objetivo es una verdadera deconstrucción del mismo. ¿De qué sirve decir de sí mismo soy "hombre" o "mujer"? ¿Qué importancia tiene? ¿O transexual? ¿O transgénero? ¿Qué más da hacia quien sienta deseo, por qué he de ponerle un nombre y autodefinirme como homosexual, heterosexual o bisexual? Es un poco lo que la teoría y el activismo queer quiere enfatizar, a saber, la necesidad de romper con la lógica binaria del sexo-género (la lógica que dice "o eres hombre o mujer") y las categorías sucedáneas que llevan implícitas estas dos nociones.</div>
<div style="text-align: justify;">
En última instancia, el grito queer es un grito de libertad, que quiere evitar el surgimiento de homosexuales, bisexuales, transexuales o intersexuales "hegemónicos", por muy paradójico que sea. La diversidad, en consecuencia, no es algo a lo que se le puedan poner palabras; la diversidad es inefable, se escapa a todo discurso, porque ser diverso es estar a la espera, no anticiparse nunca. Y por ello, "raro" es la mejor etiqueta que podríamos usar nunca para describirnos. </div>
Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-79874607445620383932017-04-14T19:09:00.000-07:002017-04-14T19:16:42.843-07:00La diferencia entre Estado de Derecho y Estado democrático<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEil-eGg9nw7Rf75w1HB5a4yekt160YvVBVQRFUE8hNRYVgQqBin1kuA_4cGwGKfOns9YKYNWhIoslkF6jwNhjDY1TmAR5xbDPCmxfUdunbS70sudkuCKuLR-x6X2wvZTL9QOZn5ZIAsOF4/s1600/Constitucion-Espa%25C3%25B1a.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="197" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEil-eGg9nw7Rf75w1HB5a4yekt160YvVBVQRFUE8hNRYVgQqBin1kuA_4cGwGKfOns9YKYNWhIoslkF6jwNhjDY1TmAR5xbDPCmxfUdunbS70sudkuCKuLR-x6X2wvZTL9QOZn5ZIAsOF4/s320/Constitucion-Espa%25C3%25B1a.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No significan lo mismo los conceptos de “Estado de Derecho” y “Estado democrático”. Y es que muy a menudo ambas nociones se confunden o, en el mejor de los casos, se presentan como un todo indisociable. Pero no es lo mismo vivir en un Estado democrático que vivir en un Estado de Derecho, pues las reglas que articulan cada uno de estos Estados son diferentes; precisamente por eso conviene aclarar y pensar detenidamente qué significa eso de que vivimos en un Estado democrático de Derecho, que sería el resultado de combinar ambos conceptos.</div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Pues bien, sin querer llegar a un análisis profundo, podemos partir de una consideración histórica que nos va a servir para situarnos en la problemática planteada. Es bien sabido que la historia de las ideas políticas en Occidente ha venido determinada por la dialéctica entre dos corrientes de pensamiento, a saber, la corriente democrática y la corriente liberal. La primera se basa en la regla de la mayoría, mientras que la segunda se fundamenta en la tesis de que existe algo así como unos derechos que son predicables de los individuos y frente a los cuales ni siquiera la mayoría puede decidir.</div>
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<div style="text-align: justify;">
Así, un Estado democrático es un Estado en el que la ley es expresión de la voluntad de la mayoría, o sea, un Estado en el que los poderes públicos actúan en virtud de lo que la mayoría decide, mientras un Estado de Derecho es un Estado en el que los derechos individuales están garantizados, de forma que nadie, ni siquiera la mayoría con sus votos, podría –por poner un ejemplo– conculcar la libertad de expresión de un ciudadano cualquiera. Una decisión tomada por mayoría en contra de un derecho fundamental sería una decisión democrática, pero antijurídica; por otra parte, una decisión que respete los derechos fundamentales pero que no esté avalada por la mayoría es un decisión conforme a Derecho, pero antidemocrática. Ahí está la cuestión. </div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
La conjugación de ambas reglas da lugar al Estado democrático de Derecho, que es el modelo de organización jurídico-político por excelencia en los países occidentales. Y aquí viene lo problemático, pues, si bien es cierto que la regla de la mayoría otorga legitimidad a las decisiones del poder político al estar respaldada por el pueblo, en modo alguno ello constituye un argumento a favor de la validez de la decisión de que se trate. La mayoría de la población podría votar que la Tierra es plana, y no por ello tendrían razón; es más, si observamos los acontecimientos históricos, podremos comprobar que la mayoría se ha equivocado en reiteradas ocasiones. Por tanto, la mayoría también puede tornarse dictatorial cuando se absolutiza su voluntad, ya que en ningún caso el hecho de que una decisión cuente con el respaldo de un amplio número de personas garantiza la racionalidad y acierto de dicha decisión. </div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Pero, por otro lado, un poder político no puede tomar decisiones sin más, es decir, sin contar con el respaldo de aquellos hacia quienes, en última instancia, va dirigida esa decisión. No parece racional ni razonable afirmar que los individuos gozan de derechos inalienables que tienen que ser respetados y, al mismo tiempo, negar a dichos individuos el derecho mismo de participar en la toma de decisiones sobre cómo ha de organizarse su propia vida. En ese sentido, el Estado democrático de Derecho es una suerte de híbrido complejo en el que las decisiones del poder público tienen que ser refrendadas por la mayoría al tiempo que se toman las precauciones necesarias para evitar extralimitaciones totalmente perjudiciales para la minoría.</div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Para garantizar la participación de esa mayoría, es necesario establecer cauces de representación y participación, de suerte que la opinión pública pueda expresarse; para garantizar la racionalidad del Estado de Derecho, por otra parte, se hace necesaria la existencia de una serie de procedimientos de discusión y elaboración de las normas, para, de este modo, asegurar que la voluntad mayoritaria se encauce racionalmente dentro de los parámetros de lo que es un Ordenamiento jurídico. En otras palabras, el Estado democrático de Derecho es el modelo de Estado en el que la mayoría dirige una idea, intención, sentimiento o deseo hacia las instituciones, y luego estas instituciones le dan coherencia y racionalidad.</div>
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<div style="text-align: justify;">
Del lado de lo que hemos dicho que es el Estado democrático, el problema, planteada así la cuestión, es la suficiencia de las correas de transmisión de la opinión pública, es decir, debe garantizarse efectivamente su participación. Mientras que, en lo relativo al Estado de Derecho, el problema está en la fiabilidad de los procedimientos de elaboración de normas, esto es, en que se asegure que dichos procedimientos son imparciales, transparentes y dotados de garantías y contrapesos de poder. </div>
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<div style="text-align: justify;">
Si las correas de transmisión no funcionan adecuadamente, porque la representación política está viciada o los canales de participación son insuficientes, tendremos un Estado poco o nada democrático. También será poco democrática una decisión avalada por la mayoría pero con un alto nivel de abstención. Por otra parte, si las demandas se canalizan adecuadamente hacia las instituciones, pero el producto que termina saliendo de dichas instituciones es muy diferente de la forma que en principio constituía esa demanda social, ocurre que el Estado de Derecho se erosiona o deslegitima, como también puede deslegitimarse en casos de altos niveles de corrupción o percepción por parte de los ciudadanos de la arbitrariedad con que se aplican las reglas (piénsese, por ejemplo, en la arbitrariedad judicial o en la designación a dedo por parte de los partidos políticos de puestos de importante relevancia dentro de los órganos del Estado).</div>
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<div style="text-align: justify;">
Por lo demás, hay Estados que formalmente son de Derecho, porque tienen unas reglas jurídicas que regulan la convivencia entre ciudadanos y se reconocen ciertos derechos mínimos, pero que no son democráticos porque la mayoría no decide, así como Estados democráticos, donde la mayoría puede decidir, que no son de Derecho en la medida en que en ellos no se respetan los derechos de la minoría. </div>
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En síntesis, la mezcla de ambos conceptos da mucho juego para reflexionar sobre los límites de nuestros modelos de convivencia política, al margen de consideraciones más problemáticas acerca de la fundamentación de dichos modelos de Estado. Y además, si queremos sumar la idea del Estado social, la cosa se complicaría aún más. En todo caso, la clarificación es necesaria para que todo ciudadano conozca los márgenes y el funcionamiento del Estado en el que vive.</div>
Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com16tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-78088310860164963702016-08-05T10:52:00.004-07:002016-08-05T11:11:13.427-07:00Cómo escribir un ensayo en siete pasos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvLC3uZAF6_LNkK8Ne3q1nAHTK-1IvG3iR_Y1Df9XxvWytltYp6aTUxISHmRJ81TQw3KewCmMxzQfiGp1MxTO6ND9r-fNnEELWZcGhStWRjCA5bAgy18UOKLx4eq89vMEWS2hvedthB9M/s1600/Como+escribir+ensayo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvLC3uZAF6_LNkK8Ne3q1nAHTK-1IvG3iR_Y1Df9XxvWytltYp6aTUxISHmRJ81TQw3KewCmMxzQfiGp1MxTO6ND9r-fNnEELWZcGhStWRjCA5bAgy18UOKLx4eq89vMEWS2hvedthB9M/s320/Como+escribir+ensayo.jpg" width="320" /></a></div>
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Escribir un ensayo es una tarea a la que, tarde o temprano, tiene que enfrentarse todo estudiante universitario. Por eso, estas siete recomendaciones van dirigidas a aquellos alumnos y alumnas que se ven en dificultades a la hora de abordar la escritura de un ensayo, sea este de la temática que fuere. El ensayo no es un escrito literario, esto es, no pretende narrar una historia mediante el uso de figuras que imprimen belleza al lenguaje. Tampoco es un artículo de investigación, en el sentido más puramente académico, toda vez que el ensayo consiste en la exposición argumentada de las ideas del autor sobre un tema, pero de manera fluida, sencilla y concisa. Así, el ensayo se diferencia del artículo académico en el empleo más laxo de las fuentes, en un alejamiento del rigor del investigador (que permite una expresión menos encorsetada de los argumentos) y en un lenguaje más accesible. No significa esto que el ensayo consista en la mera plasmación de una opinión; más bien, el ensayo busca la defensa de una tesis a grandes rasgos, de manera coherente y aportando una solución o enfoque original a una cuestión que se presume problemática. Hecha esta introducción, a continuación se exponen siete breves pasos útiles para escribir un ensayo.</div>
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1. Lo primero que hay que hacer antes de escribir un ensayo es pensar, pensar en qué se quiere escribir, desde qué enfoque o perspectiva, en qué época y contexto; y esto se hace partiendo de nuestras intuiciones o ideas preconcebidas al respecto. Este primer paso tiene el objetivo de demarcar el objeto futurible de nuestro ensayo, es decir, el tema, cuestión o pregunta que nos interesa y sobre el que queremos dar una posible respuesta y/o un tratamiento novedoso. </div>
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2. El segundo paso consiste en leer. Por lo general, el error más frecuente empieza por aquí; el estudiante considera que no tiene idea sobre qué escribir, de modo que se pone a leer textos al azar, o tal vez a recomendación de algún profesor, esperando que el tema en cuestión le venga a la mente. Pero si se hace esto en primer lugar, se corre el riesgo de perder tiempo leyendo cosas que no tienen relevancia para nuestro ensayo; la selección de lecturas tiene que venir necesariamente después de haber pensado, siquiera un poco, qué es lo que nos interesa. </div>
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3. Una vez hayas hecho algunas lecturas que te pongan en el "estado de la cuestión" del tema sobre el que versa el ensayo, debes sintetizar la tesis fundamental del mismo. En ocasiones, es útil hacer esto imaginando un título, o pensando una pregunta a la que, en teoría, tu ensayo daría respuesta. Imaginemos el siguiente ejemplo. Quiero escribir sobre la globalización; pudiera darse el caso de que, tras leer a determinados autores, me planteara la siguiente pregunta: ¿Es la globalización un proceso justo y equitativo? Si la respuesta es no, ya se puede empezar a articular mi postura, de tal modo que el ensayo podría titularse "El impacto de la globalización en la desigualdad", por ejemplo.</div>
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4. Tras esto, es importante articular el ensayo, esto es, tener más o menos claro que estructura va a tener. La originalidad del lector ya empieza a verse aquí de un modo mucho más claro, pues la propia organización de la idea, del hilo argumental que está a la base de la misma, posiblemente sea el paso más importante. Las conclusiones pueden ser más o menos parecidas a lo que otros han sostenido; ahora bien, el cómo se ha llegado a esas conclusiones puede suponer un aporte original que siempre es bienvenido. En esta parte, lo mejor es hacer un esquema de conceptos. </div>
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5. Redactar el ensayo. Este ha de tener, como mínimo, tres partes: Una introducción en la que se esboza la problemática del ensayo y la estructura del mismo; un desarrollo donde se esgriman los argumentos esenciales de la postura del autor; y unas conclusiones sintéticas que tienen que ser consecuencia directa de las ideas expresadas anteriormente. Por supuesto, siempre hay que citar las fuentes que se empleen, dando así consistencia al texto.</div>
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6. Tras tener redactado el ensayo, es cuando se empieza a "escribir bien", a ponerlo bonito, como suele decirse. En este punto, además de la corrección ortotipográfica del ensayo, es cuando se revisa el número de párrafos o la coherencia interna de los mismos. A su vez, se revisa si están bien empleados los conectores discursivos o si hay alguna expresión excesivamente repetitiva que pudiera ser sustituida por un sinónimo. No tengas miedo a alterar el orden de la argumentación si lo crees conveniente, ni a borrar párrafos enteros. Cerciórate de que no hay ninguna parte del texto excesivamente confusa, tarea para la cual conviene releer tu trabajo imaginándote que eres un lector que no tiene ni idea sobre el contenido. Para este paso, siempre viene bien buscar listas de conectores discursivos, así como usar un diccionario de sinónimos en Internet.</div>
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7. Si tienes suficiente tiempo, deja reposar el ensayo unos días. Por norma general, el esfuerzo de escribir estará concentrado en unos pocos días o incluso en unas pocas horas, de suerte que tu perspectiva no va a ser neutral cuando intentes evaluar la calidad del producto final. Por eso, cierto distanciamiento siempre viene bien. Quizás tras unos días de reposo, y una relectura, llegues a constatar que hay partes mejorables que conviene cambiar, partes que en el momento de redacción obviaste por cansancio o por estar demasiado focalizado. </div>
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Después de todo esto, podrás despedirte de tu ensayo con la certeza de que, al menos, es producto del trabajo y el orden, y que, aunque no necesariamente tiene por qué ser un ensayo brillante, sin duda alguna sí que será un ensayo trabajado y digno de ser valorado positivamente. </div>
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Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-89865399588086058362016-07-26T07:49:00.001-07:002016-07-26T07:57:10.769-07:00Reseña de "Escucha la canción del viento"<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgljn2NPNRGznfuI0hNouz2ZKFOnD3JT0goYA3CXyWwV2WLtbJN___tMrzOd2A_Zrk5YIFXzmOlQnGwxEGP7TUvNKCkqqUn7kNHZfCHbQDYf8D9MiXE5wFWh7rz8i-6oeqbTSMdX36HM8/s1600/escucha-la-cancion-del-viento-pinball-1973.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgljn2NPNRGznfuI0hNouz2ZKFOnD3JT0goYA3CXyWwV2WLtbJN___tMrzOd2A_Zrk5YIFXzmOlQnGwxEGP7TUvNKCkqqUn7kNHZfCHbQDYf8D9MiXE5wFWh7rz8i-6oeqbTSMdX36HM8/s400/escucha-la-cancion-del-viento-pinball-1973.jpg" width="266" /></a></div>
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El año pasado, Murakami accedió a que se publicaran en castellano sus dos primeras novelas, hasta entonces solo disponibles en japonés (e inglés, si no recuerdo mal); se trata de "Escucha la canción del viento" (1979) y "Pinball 1973" (1980). La editorial Tusquest las editó en un solo libro, al que el propio Murakami añadió un prólogo explicando la génesis de sendas obras, así como sus inicios en el mundo de la escritura. Dice el autor en ese prólogo que no sabía mucho acerca de escribir, que nunca había leído una novela contemporánea japonesa (sí francesa o americana) y dice, también, que tuvo una epifanía mientras veía un partido de baseball. No voy a relatar aquí como continúa esa epifanía; el lector podrá comprobarlo por sí mismo, si es que se anima a hacerlo (también podrá conocer el curioso procedimiento de escritura-traducción que aplicó Murakami a la hora de redactar su primer libro).</div>
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Sea como fuere, estas dos "novelas de la cocina", como las llama él (las escribió en la mesa de su cocina, en una época en la que dirigía su propio bar y estaba hasta arriba de deudas), constituyen el primero de muchos trazos en ese universo tan particular, tan <i>sui generis</i>, ideado por el escritor japonés. En particular, "Escucha la canción del viento" es un relato íntimo, breve y pausado, con un estilo propio que nos sumerge en la historia de un personaje sin nombre. El protagonista nos cuenta en primera persona sus andanzas cotidianas y sus pensamientos acerca de lo que acontece a su alrededor, andanzas en las que aparece su mejor amigo -"El Rata"-, una chica con cuatro dedos en un mano a la que conoce en extrañas circunstancias, el barman del Jay's Bar -su bar favorito en el que no para de beber cerveza con su amigo- y un escritor con quien abre y cierra la obra: Derek Heartfield. No cabe decir mucho más del contenido, por otra parte disponible en la sinopsis de la contraportada, pues sabemos que lo importante de las obras de Murakami no es tanto el qué, sino el cómo. Este caso no es una excepción. </div>
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Uno podría pensar que un estilo se depura, que es algo que se trabaja a lo largo de los años y que, finalmente, da sus frutos. No voy a decir que Murakami no haya madurado con los años, perfeccionado sus descripciones, elaborado más profundos diálogos y, en definitiva, creado una mejor literatura; pero el germen de su característico universo literario y metafísico ya está presente en "Escucha la canción del viento". El libro es un ejemplo de lo que, a mi juicio, debe ser la literatura, a saber, un modo de representar la vida. Podríamos discutir, y mucho, sobre el rol de la literatura y del arte: Si es o no creación; si es o no la construcción de un lenguaje; si tiene o no que transmitir algún mensaje al lector; si debe o no representar la realidad; si constituye o no una manera de vivir otras vidas que jamás viviríamos; y así con un largo etcétera. El caso es que, más allá de todos esos debates, la literatura, y la literatura de Murakami en concreto, tiene el rasgo esencial de hacerte sentir que la vida puede representarse de muchas maneras (me recuerda un poco a Aristóteles, cuando afirmaba que el Ser se decía de muchas maneras). No importa tanto la coherencia narrativa del relato, o la brillantez en el uso del lenguaje, como el aprendizaje interior y emocional que uno obtiene al leer el libro.</div>
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En "Escucha la canción del viento" uno siente cierta desazón por culpa de una vida que se nos escapa de las manos mientras vamos de allí para allá, sin saber muy bien cuál es nuestro proyecto o qué objetivo nos define. En ese sentido, el retrato de la cotidianedad bien sirve como elemento de expresión de ese vacío que todos, o así al menos lo creo, hemos experimentado alguna vez. Tal vez sea en el propio acto de escribir cuando el propio autor encuentra en su soledad algún tipo de alivio existencial que le permita salirse de la cotidianedad del vacío al que nos vemos irrefrenablemente avocados. Y es que en la obra da igual a qué te dediques, si estudias o si trabajas, si eres rico o pobre, si estás o no enamorado, todos los problemas están ahí, esperando a que abras la puerta para enfrentarte a ellos. Resulta, además, que la naturaleza de estos problemas no atiende a razones de orden pragmático, así que no importa si intentas evitarlos bebiendo mucha cerveza o estando acompañado la mayor parte del tiempo, ya que, al final, saldrán a flote. </div>
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Es por todo eso que dice Murakami en alguna parte del libro que lo peor de morir joven es que, por ello, se va a ser eternamente joven, mientras que lo peor de morir viejo radica precisamente en haber perdido esa juventud. Y es que la vida no da tregua, siendo así que no vale luchar contra ella (o con ella) desde la apatía, que es precisamente la respuesta más habitual ante el "no sé qué hacer con mi vida". El sacrificio por vivir, entonces, es la (¿única?) solución. Así, alcanza forma el aforismo de Nietzsche, citado ya casi al final de la obra, que dice: "¿Acaso puede comprender la claridad del día la profundidad de las tinieblas de la noche?"</div>
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Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-20077341406248366102016-05-27T10:23:00.001-07:002016-05-27T16:19:01.382-07:00¿Para qué sirve la cárcel?<div class="separator" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; text-align: justify;">
<img border="0" height="212" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3ahcenGy6xnomr9GN9DlPlZVj_pWTe1Hja4xv2gaD7lL_9Fq-UmrTlvyCvBbyJvy0mxOQfbDa9cvU6Jc115k-eBYEe1zRLf5ja6pLnVtgA3M3leRUMpdNEZTg8BzFn1mhrdCCEDBfaSw/s320/El-experimento-de-la-carcel-de-Stanford-2.jpg" width="320" /></div>
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Desde hace tiempo se viene afirmando en criminología y psicología clínica que la cárcel genera respuestas variables en los distintos perfiles psicológicos ante la imposición de una determinada pena. Así, elementos como el estilo atribucional, la percepción del tiempo o la situación personal anterior a la entrada en prisión son determinantes a la hora de evaluar el éxito o no de la reinserción social de una persona culpable de un delito cualquiera. Sin duda, el sistema penitenciario, y más en término generales, el Derecho, debería hacerse cargo de estos estudios científicos a la hora de tipificar las conductas, estipular las horquillas de las penas y evaluar los programas de reeducación social. Lo contrario supone homogeneizar una solución a contextos diferentes en un afán de “matar moscas a cañonazos”, algo que solo puede calificarse de irresponsable por parte del Estado cuando éste decide sobre algo tan valioso como la libertad. Pero ¿sirve realmente la cárcel para la resocialización de las personas?</div>
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En este marco, habría que resaltar que seis de cada diez presos encarcelados en la última década en España son inmigrantes, condenados por delitos relacionados con tráfico de drogas o similares, lo que nos debería hacer pensar muy detenidamente sobre el origen de la población carcelaria y si, en línea con esto, la cárcel no se está convirtiendo en un pozo de exclusión social y pobreza. Si, además, tenemos en cuenta que un tercio de los presos es reincidente, solo cabe pensar que la idea de la cárcel como una pena orientada a la reeducación social está fallando, quebrándose con ello el propio mandato constitucional (art. 25.2 CE) que debería guiar la acción de los poderes públicos. </div>
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Por otra parte, y habida cuenta de estas terribles fallas, si bien el análisis psicológico es imprescindible, éste debe ponerse en contexto y relacionarse con la política y la voluntad de legislador para llegar a un término adecuado de comprensión del asunto. Así, la reciente reforma del Código Penal de 2015 agrava aún más el problema aquí planteado, pues se endurecen las penas y se elimina la posibilidad de libertad bajo fianza a inmigrantes. De este modo, el Derecho penal se convierte en una herramienta de represión más que en un pilar vertebrador del Estado social y democrático de Derecho, herramienta al servicio de un legislador cegado que obvia toda evidencia empírica y argumentación lógicamente consistente en relación a la efectividad del propio Derecho penal y del sistema penitenciario a la hora de proteger bienes jurídicos esenciales para la comunidad. </div>
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No tiene ningún sentido defender esta lógica expansiva del Derecho penal a la vista de que la tasa de criminalidad en España está por debajo de la media europea, incluso en un contexto de fuerte crisis económica y alta tasa de desempleo (variables que normalmente se correlacionan con un mayor número de crímenes). Sin embargo, España tiene una población carcelaria por encima de la media europea, a saber, unas 147 personas por cada 100.000 habitantes, cuando de media en Europa es de 70 personas por cada 100.000 habitantes. </div>
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La última pregunta clave que debería guiar toda reflexión o análisis sobre el sistema penitenciario es: ¿Para qué sirven las cárceles? En este sentido, parece que la respuesta más correcta es "para absolutamente nada"; bueno, quizá sí que sirven para destruir vidas, en el peor de los casos, o para satisfacer las demandas de venganza de una sociedad que sigue confundiendo el significado verdadero de la palabra "justicia". De facto las cárceles son a día de hoy contenedores de pobreza, alejados del ideal normativo de la rehabilitación, expresado en la Constitución, los cuales rompen con la idea ilustrada de que la prisión ha de ser útil socialmente. En este marco, habría que analizar las condiciones socioeconómicas de la población presa; tal vez el pozo de pobreza de la cárcel se explique por un proyecto económico y político, el capitalismo, que se ha tornado hegemónico y que desecha a todas aquellas personas que molestan o no son útiles. </div>
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Así, paradójicamente, lo que estaría haciendo la cárcel es desocializar aún más a gente ya de por sí marginada. ¿Quién va a la cárcel? Esa es otra pregunta que vale la pena hacer. ¿Van los corruptos a la cárcel? ¿Tal vez las personas responsables de la crisis económica? ¿O más bien son personas drogodependientes, traficantes de poca monta y otros excluidos y olvidados por el Estado y la sociedad?</div>
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En definitiva, la prisión como castigo, una idea inútil que solo sirve para exacerbar el sufrimiento ajeno y el deseo de venganza, unido a la exclusión social. </div>
Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-26775193653635039892015-12-08T11:02:00.003-08:002015-12-08T11:31:05.058-08:00Notas tras el final de la segunda temporada de "The leftovers"<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhi6JihoROv5ecc2fObIyQcvLfryx4Q3K4Ro-Z1wVZpeKn-V9nrHqdLrQ6LARRxwHhRceluHDmr87yx_6i08W27jVDRa4MxZcvakwArPSdMmH4Q0YKHt6ci876oG7jI6JRnT0XRLkO7mmQ/s1600/leftovers_PLYIMA20151007_0016_40.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhi6JihoROv5ecc2fObIyQcvLfryx4Q3K4Ro-Z1wVZpeKn-V9nrHqdLrQ6LARRxwHhRceluHDmr87yx_6i08W27jVDRa4MxZcvakwArPSdMmH4Q0YKHt6ci876oG7jI6JRnT0XRLkO7mmQ/s320/leftovers_PLYIMA20151007_0016_40.jpg" width="320" /></a><br />
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Bueno, qué decir de la segunda temporada de "The leftovers" más allá de lo evidente. Es una seriaza, concretamente la mejor serie del último año. En efecto, "The leftovers" es una obra de arte, y su segunda temporada ha consagrado los fundamentos de una primera temporada ya de por sí brillante, con una caligrafía fílmica atípica que ha conseguido penetrar en el fondo de las emociones humanas para colocarlas al servicio del espectáculo televisivo más grandilocuente que jamás haya podido contemplar. Sobran las palabras para calificar todos los elementos, tanto técnicos como narrativos, que hacen de esta serie una verdadera muestra de epicidad audiovisual. Desde la puesta en escena, hasta la interpretación de los actores (mi empatía por Justin Theroux sobrepasa lo racional y lo razonable) o la banda sonora, pasando por el arco argumental, que nos propone un universo metafísico y místico sorprendentemente cercano, todo cuanto hay en "The leftovers" es digno de admiración y una prueba de que la experiencia artística todavía puede producir convulsiones en lo más hondo de nuestro ser, para bien o para mal.</div>
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El desplazamiento semántico que sufre esta segunda temporada alcanza forma bajo la presunción, por parte del espectador, de que ya no es importante la razón de la Ascensión del 14 de Octubre, encumbrándose más si cabe el aspecto puramente humano, el componente esencialmente existencial. Aceptado eso, lo que se busca ahora es el refugio, el olvido, la quietud. El sentido de la vida lo da el deseo de retornar a ese hogar que tanto añora Kevin en su segundo viaje hacia la muerte, en esa familia que perdura unida ante la adversidad, ante la fragilidad y la erosión que causa lo inexplicable, aquello que no podemos entender y que nos arrebata a nuestros seres queridos. La elevación emocional con respecto a la primera temporada es clara, así como la incontinencia de lo sublime, lo inefable, lo poroso. Las respuestas parecen ser mucho más evidentes y palpables, mucho más vívidas a ojos no solo del espectador sino también de sus protagonistas. El vector que articula toda la urdimbre de emociones, sentimientos, estados de ánimo o pensamientos de Kevin es mucho más diáfano en la medida en que la muerte se nos hace patente. Así, paradójicamente, serán los Culpables Remanentes (que nunca se fueron), quienes, haciéndonos recordar que la muerte está muy presente, nos ayuden a comprender el valor ineluctable de la vida.<br />
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En esta segunda temporada, a diferencia de la primera, se han desbrozado más elocuentemente los aspectos internos de los personajes colindantes a Kevin, de tal modo que la patencia generalizada del dolor ha conseguido cristalizar en una idea mucho más tangible y, quizás, clarividente. Con ello, se ha agrandado la completud de la serie, dando profusión y coherencia a la narración, si bien es cierto que el minimalismo de algunos capítulos deja la puerta abierta a ciertas cuestiones sin resolver, pero en términos generales se ha dispuesto todo un escenario consistente y sin trampas. En ese sentido, la serie ha demostrado su capacidad de articular un todo sin necesidad de recurrir a los viejos trucos de las elipsis inconexas, las voces en off, los encuentros fortuitos u otras tantas estratagemas muy vistas en la televisión últimamente. Más allá de la pornografía emocional, "The leftovers" consigue ser creíble; su discurso (o más bien, la ausencia de discurso) tiene un innegable éxito a la hora de desvelar las claves de la condición humana y ponerlas en forma de lo que sería una tragedia contemporánea (tal vez la única de toda la parrilla televisiva).</div>
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En definitiva, una serie con una envidiable profundidad psicológica, una atractiva premisa que, si la HBO quiere, puede seguir aportando cosas muy interesantes, una incomensurable capacidad de generar emociones en el espectador, una banda sonora que pone los pelos de punta y un final embriagador que la hacen la mejor serie-temporada de 2015. </div>
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Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-44129449741394636502015-10-07T13:52:00.000-07:002015-10-07T13:58:47.332-07:00Construyamos el pasado<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZhlFcBi1SHbhHvabxYTcxs0Y_-Wv9P7CX8j1rT-4bqg3jKtSWh3iiLA65SCZTS9ozRJMwYvnPC8bX82CielJDDmDwaeJCh_vhpgAs6GSgDoxnZNG7kzscUoyxKXPUCMXFcz8G6SNcaFs/s1600/nostalgia.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="212" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZhlFcBi1SHbhHvabxYTcxs0Y_-Wv9P7CX8j1rT-4bqg3jKtSWh3iiLA65SCZTS9ozRJMwYvnPC8bX82CielJDDmDwaeJCh_vhpgAs6GSgDoxnZNG7kzscUoyxKXPUCMXFcz8G6SNcaFs/s320/nostalgia.jpg" width="320" /></a>Ella era lo más hermoso que jamás se había presentado ante mis ojos. Su dulzura, su elegante gestualidad, su inconfundible aroma. Un vívido recuerdo me sobreviene cuando por azar o necesidad ocurre algún evento, aparece algún detalle relacionado con ella. La fatalidad de sus ojos, sabedores de mi total claudicación; los pendulares movimientos de sus colgantes, brillantes como el sol en una noche de luna llena; su risueña sonrisa, antesala del brillo resplandenciente de sus labios. No os miento si os digo que me enamoré hasta los huesos de su excelsa figura, de su incontenible atracción física. Una figura, amigos, digna de ser contemplada por los dioses en lo más alto del Olimpo. La experiencia de la belleza por fin encontró sujeción en el contorno de la palabra. Mas el lenguaje era insuficiente para explicar todo cuando ella producía, todo cuando de ella se desprendía. Su caminar enmudecía salas enteras; su vestido rojo quedaba impreso en la mente de todo aquel que osara mirar. ¿Qué hacer ante semejante obra de arte? ¿Cómo reaccionar ante tal diosa de la belleza? La respuesta no estaba al alcance, pero ello no importaba. Me acerqué a ella, le ofrecí una copa y le dije que la amaba, que llevaba amándola durante toda mi vida. Ella me contestó que eso era imposible, que acabábamos justo de conocerlos. Y yo le repliqué que juntos podíamos construir el pasado. </div>
Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-62455235035185733872015-07-24T11:13:00.003-07:002020-06-03T14:21:26.801-07:00Para una crítica de la muerte<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiea3VAFev_JsPNmx6Jd71R0YiwZ0-jVCuGLnLhpniiGrIielITkoVqC56D345HaPbaphHPEaKhyphenhyphentod71hOyRHj53LLFtWd_orW4lzzVgvrV4RMxi0j1LUw2mv3bUnPBIq6daMdADDZjvQ/s1600/9ec587fa70b829fe5617a72b0f8443b2.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="142" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiea3VAFev_JsPNmx6Jd71R0YiwZ0-jVCuGLnLhpniiGrIielITkoVqC56D345HaPbaphHPEaKhyphenhyphentod71hOyRHj53LLFtWd_orW4lzzVgvrV4RMxi0j1LUw2mv3bUnPBIq6daMdADDZjvQ/s320/9ec587fa70b829fe5617a72b0f8443b2.jpg" width="320" /></a><br />
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Una cultura que evita toda reflexión acerca de la muerte es inexorablemente una cultura que rechaza la vida y la dignidad inherente a ella. Pues solo desde la conciencia radical de nuestra finitud, de nuestra absoluta y irremediable contingencia, adquiere la vida algún tipo de valor, algún tipo de significado. Entonces, cabe preguntarse por qué el tema de la muerte es tabú, y cuáles son las causas que hacen que dicho tabú perdure en el tiempo. Es cierto. Hoy día, y desde hace mucho tiempo, la muerte es un tema esquivo, poco tratado por los medios de comunicación más allá del sensacionalismo diario y sinsentido, eliminado del ámbito educativo y todavía reacio a convertirse en una cuestión de dominio público. La muerte, como condición elemental que constituye el valor de la vida, es maltratado por una sociedad miope, patológica y autocompasiva. Tal elusión de la muerte, de cualesquiera reflexiones o debates, tiene una razón de ser histórica y específica. Por tanto, conviene eliminar del análisis cualquier referencia a un universal antropológico que nos hiciera creer, erróneamente, que el hombre tiene miedo a la muerte por naturaleza. No es verdad. En los albores de la civilización occidental, cuando el mundo grecolatino disfrutaba de un apogeo inaudito en Europa, la reflexión y acepción de la muerte disfrutaba de connotaciones mucho más positivas que en nuestros días. Se concebía como un componente dialógico de la vida, que merecía atención y culto. Lamentablemente, la penetración del cristianismo en el imaginario colectivo sobre la muerte, auspiciada por una teología omnipresente en la vida comunitaria y la supresión de la moral como reflexión crítica, ha relegado a la muerte a un plano ulterior, no vital o positivo, que se relaciona con aquello que no podemos conocer racionalmente, que no puede ser explicado y que supone un tránsito hacia otra dimensión de lo real conocido como "el más allá". Gilipolleces. La muerte es un fenómeno natural, que supone la supresión de nuestra conciencia y el agotamiento de nuestro aparato biológico. Es, además, un proceso humano, en la medida en que es susceptible de ser analizado en términos humanos; es decir, podemos reflexionar sobre él, plasmarlo en el cine o la literatura, escribir tesis al respecto o dialogar sobre su naturaleza. Pero todo ello se vuelve complicado en un mundo temeroso de Dios, un mundo que prefiere no hablar sobre aquello que se desconoce o que produce pavor. En aras de contribuir a paliar dicha carencia, propongo un breve análisis de la idea de la muerte como un elemento esencial para poder comprender el valor de la vida.</div>
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A mi modo de ver, la muerte dispone de, al menos, tres dimensiones. En primer lugar, la muerte es un evento físico; esto es, evolutivo o biológico, sometido a la entropía que rige el universo, y que pone sobre la mesa la faceta adaptativa del ser humano. La muerte es una adaptación útil para preocuparse por hacerlo lo mejor posible a la hora de pasar nuestros genes a las siguientes generaciones. Por lo general, la muerte en sentido físico se expresa en el dolor de la pérdida ajena; o sea, cuando perdemos a alguien, la muerte se individualiza en nosotros físicamente. En segundo lugar, la muerte es un fenómeno metafísico, dado que encierra un ineludible componente espiritual o filosófico. La muerte en su dimensión metafísica revela el carácter fragmentario de la existencia humana, y exige una pregunta radical por la vida, por su valor. En esta ocasión, el afecto o pasión que interviene no es el dolor, sino la angustia. La angustia es una disposición fundamental que nos sitúa ante el horizonte de la nada, de la aniquilación total de la existencia. Revaloriza, por ende, la propia continuidad y dignidad de la vida. Y, en tercer lugar, la muerte envuelve una dimensión epistemológica; es decir, la muerte supone una ruptura con nuestro conocimiento de lo real. No sabemos que hay tras la muerte, y por ello nos las ingeniamos con especulaciones variopintas. La incertidumbre opera aquí como hilo conductor. </div>
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En todo caso, y tras esta breve reflexión, se pone de manifiesto la importancia de la muerte. De pensarla, ponerla en común y hablarla; de lo contrario, la vida irá perdiendo poco a poco terreno y entidad. El miedo a la muerte es útil siempre y cuando sea consciente, interiorizado y admitido por el total de la sociedad. En su defecto, la muerte es, en el mejor de los casos, una patología sin resolver que nos priva de la lucidez necesaria para poder vivir.</div>
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Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7049862795011485834.post-82170338239423869642015-07-15T10:40:00.000-07:002015-07-15T10:41:44.479-07:00Reflexiones a raíz de la lectura de "El arte de amar" (Erich Fromm)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOI9KoGAqnKGK-_K2T2-lHOffHusP9yIE_FnHBnOQ-AB4ENBiJMUIV4mwt85cCF7WpgHhtNTnIB0hcS70XVYRou1QU7dh0YlTscH12jj00uZJlAiluc05v6MKRYKgKoPWVZZbIaC1JavM/s1600/9788449319990.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOI9KoGAqnKGK-_K2T2-lHOffHusP9yIE_FnHBnOQ-AB4ENBiJMUIV4mwt85cCF7WpgHhtNTnIB0hcS70XVYRou1QU7dh0YlTscH12jj00uZJlAiluc05v6MKRYKgKoPWVZZbIaC1JavM/s400/9788449319990.jpg" width="255" /></a></div>
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Según Erich Fromm, el amor no es un objeto, sino una actitud madura ante el mundo que se expresa de diversas formas, a saber, amor erótico, amor fraternal, amor propio, amor a Dios... Tal vez el hecho de que no se entienda el amor hoy como una actitud se deba a la presencia casi total en la vida cotidiana de ese "amor posmoderno", líquido. No es un secreto que la principal influencia hoy en el amor viene dada e impuesta al imaginario colectivo por representaciones infantiles, desvirtuadas del amor. El amor-tipo es un amor fugaz, objetual, orientado principalmente a satisfacer nuestra faceta de consumidores. Las relaciones no se maduran, pues no se entiende que el amor sea un elemento incardinado en el crecimiento personal; no se ve el amor como un proceso de aprendizaje, sino como una necesidad asociada al impulso sexual que tiene que satisfacerse. En ese sentido, el amor es visto y comprendido bajo el mismo prisma que la alimentación, el aire que respiramos, la necesidad de dormir ocho horas diarias y otras tantas necesidades básicas.</div>
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En síntesis, podemos afirmar que la mercantilización del amor está presente en nuestros días de manera palpable, sometiendo las relaciones amorosas a patrones de conducta socialmente aceptados y promovidos. En última instancia, el amor es hoy una relación de poder que reproduce un dominio de los cuerpos claramente autodestructivo: dedicamos gran parte de nuestro tiempo y esfuerzo a mejorar nuestro cuerpo, nuestra presencia física, con tal de aumentar de categoría en el mercado del amor y optimizar de este modo nuestras posibilidades de terminar en una relación satisfactoria. Nada más alejado de la realidad. En verdad, nos sometemos inconscientemente al dominio de lo público sobre nuestra propia singularidad. Por tal razón, es conveniente auspiciar y consolidar una actitud de crítica, de deconstrucción del modelo de amor imperante, lo que en la práctica equivale a emanciparse de las relaciones de poder difuminadas en las prácticas sociales habituales. Es necesario, pues, contribuir a la proliferación de discursos heterogéneos acerca del amor, ya que el amor no es un hecho, sino una construcción. Y como tal, está abierta a diferentes posibilidades. Frente a la cerrazón del amor, resaltar su total y absoluta contingencia. </div>
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Daniel Peres Díazhttp://www.blogger.com/profile/09989737438691543515noreply@blogger.com0