Recuerdo aquella noche... caminando bajo la intempestiva e incansable lluvia... sintiendo el recorrer de las gotas por mi cuerpo, el frío invernal por mis huesos... el suelo resbaladizo, el ambiente muy húmedo... corríamos juntos, agarrados de la mano... todo nuestro contorno se hacía pequeño, se fragmentaba... el devenir del tiempo se detenía... el fluir de las cosas cesaba... mis músculos, temblorosos, ansiaban tocarla... y el pulso se hacía cada vez más fuerte... cada nuevo latido provocaba en mí la sensación de infinitud... y no dejaba de latir... más, y más... el amor tocó a la puerta de mi corazón... y él, como relataba el viejo Allan Poe, me delató...