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Mostrando entradas de febrero, 2013

Amor

Cifraba Heidegger la decadencia de nuestra cultura en el "Olvido del Ser". La constitución de Occidente, centrada en lo meramente óntico, termina desembocando en la "errancia". La "errancia" expresa esa deriva por lo inauténtico, ese vagar por un mundo imposible de habitar. Cortadas las genuinas y originarias relaciones con el Ser, el proyecto que es el hombre queda abocado al fracaso; ya no es posible el cabe-sí. El "Olvido de Ser" puede traducirse -hoy- en el olvido del Amor. El Amor, en tanto que sublimación de las pulsiones individuales en un objeto mayor, es el gran detestado por nuestra cultura consumista y depravada. El obcecado individualismo que nos es propio, reforzado por una economía de mercado semióticamente hiperexpresada, provoca la disolución del concepto de sujeto y, por tanto, también de la noción de responsabilidad. Toda relación de amor supone el respeto y el reconocimiento del "otro", mas esto no es posible en

Derivas de autenticidad

El verdadero mal de nuestro tiempo es la falta de autenticidad. Nuestro modo de estar en el mundo es impropio. Absorbidos en lo cotidiano, seguimos las indicaciones de la masa para huir de nosotros mismos. Así, evitamos la responsabilidad que supone hacerse uno a sí mismo. Erramos por este mundo inmundo, sin valorar nada, sin apreciar nada. Carecemos de morada. Hemos dejado de habitar el mundo para ser amos y dueños del mismo. Nuestro ser, enajenado; nuestra libertad, abandonada.  ¿Y a esto lo llamáis vida? ¿Acaso no es este mundo el último humo de la realidad? ¿Qué más debe ocurrir para que el ser humano escuche de una vez por todas? ¿Todavía no se ha dado cuenta el último hombre de que los ídolos han llegado al ocaso? ¿Cómo soportar esta existencia abrumada por la estupidez y el regocijo de lo inauténtico?