El vacío de la existencia se refleja todos los días en nuestros actos. Esa mirada perdida en el horizonte mientras sostienes entre tus manos el primer café de la mañana; ese caminar errático camino del trabajo, acompasado con divagaciones sin fin; esas interminables noches de insomnio que te dejan el pecho encogido; el desasosiego que acompaña el final de una relación amorosa, de una amistad o de un familiar; el fin de un libro cautivador, de una hermosa película o de una serie que te acompañó durante años; el viaje eterno hacia ninguna parte que siempre resuena de fondo, como el eco de una vida que jamás será real. Estos, y muchos otros, son ejemplos cotidianos y vitales del vacío de nuestra existencia. La existencia nunca deja de llamar a la puerta para recordarnos lo efímera, escurridiza y líquida que es nuestra estancia por estos lugares; nos llama la atención, una y otra vez, para inquirirnos: ¿Estamos viviendo auténticamente el precioso tiempo que por azar se nos ha otorgado? ...