El liberalismo, en tanto que movimiento filosófico, político y económico, ha ejercido y ejerce una notable influencia en la constitución de la cultura occidental. Las reflexiones de Locke, Smith, Ricardo y otros están a la base de los planteamientos liberales, cuyo centro de gravedad lo ocupa el concepto de libertad. Su pretensión: acabar con el despotismo y establecer un Estado de derecho. Asistimos, de este modo, al nacimiento de la democracia representativa. De esta concepción surge una determinada forma de entender la economía: el "liberalismo económico". Según Adam Smith, el interés individual se constituye como el principal factor que desencadena el progreso humano. La lucha y competitividad entre los distintos intereses particulares no ejercería ningún impacto en las desigualdades económicas, pues, según Smith, cada uno de nosotros se vería movido por una Mano Invisible que acabaría transformando el interés propio en bienestar colectivo. Así, llegamos al segundo principio fundamental del liberalismo: la igualdad. Esta igualdad es consecuencia lógica del ejercicio de la libertad. Con todo esto, podemos entender la visión económica que del liberalismo se desprende: el Estado no debe intervenir en la economía, pues eso entorpecería la naturaleza liberal del interés individual. De ahí que toda inversión pública sea contraproducente. No obstante, Smith cree que el Estado debe ocuparse del asuntos tales como el mantenimiento de las infraestructuras, la justicia, la defensa nacional o el impedimento de monopolios.
Una vez explicado el liberalismo -en términos groseramente vulgares- podemos decir que el denominado "neoliberalismo" no tiene nada que ver con él. En primer lugar, el neoliberalismo no constituye una doctrina económica como tal, sino más bien una determinada visión de entender la política o -más bien- una ideología. En segundo lugar, el contexto en el que surge el liberalismo es sustancialmente distinto de aquel en el que surge el neoliberalismo (después de la segunda guerra mundial). En tercer lugar, las bases teóricas sobre las que ambas corrientes se asientan son distintas; recordemos que el neoliberalismo bebe de las fuentes de Milton Friedman y la llamada "Escuela de Chicago", según el cual la política monetaria podría crear demanda agregada que permitiese mantener el equilibrio presupuestario (contrario éste a la tesis keynesiana de déficit presupuestario como herramienta de estímulo económico).
En cualquier caso, sólo basta con mirar los hechos para ver las enormes diferencias entre ambas corrientes. En el neoliberalismo jamás se ha propugnado la libertad y, por tanto, tampoco la igualdad. Y esto se debe a dos razones fundamentales: en primer lugar, hoy día la sociedad civil y el Estado no están claramente diferenciados; en segundo lugar, el impacto del desarrollo tecnológico ha traído consigo la acumulación y concentración de grandes masas de capital y recursos en unas pocas manos privilegiadas. De aquí se deriva que la oferta de la ley y la demanda, aquella que regía el funcionamiento del mercado en la visión clásica del liberalismo, quede reducida a su mínima expresión. Estamos frente al capitalismo corporativista, nada que ver con el capitalismo productivo del siglo XVII o XVIII.
Ante este panorama, el Estado se enfrenta a un dilema: o bien lleva a cabo políticas intervencionistas, limitando y regulando el poder de las grandes corporaciones y convirtiéndose, paradójicamente, en defensor de las relaciones de mercado, o bien adopta una política neoliberal, dejando de lado su papel en la regulación de los mercados. De tal modo que vemos cómo liberalismo y neoliberalismo se hallan hoy día, no sólo diferenciados, sino incluso enfrentados.
De todos modos, el tiempo apremia. Las grandes corporaciones implican el surgimiento de nuevos centros de poder que ponen en riesgo los logros del liberalismo y la democracia moderna. Cada vez cuesta más distinguir poder político y poder económico, y la sensación que parece transmitir la actual coyuntura internacional es que el Estado (es decir, todos nosotros en tanto que ciudadanos libres) está a merced del poder de unos pocos. Unos pocos que se hacen llamar neoliberales, que dicen estar al servicio de valores tales como la libertad y la igualdad. Nada tan lejos de la idea de libertad que tenían los viejos liberales como este capitalismo cruel y salvaje. Sin duda, el corporativismo es el gran enemigo de la libertad.
Hermano, me has ayudado bastante con un trabajo escolar, cuando busqué a cerca de este tema, había muchos rodeos y no información concreta o incluso contrariada, te mando un saludo.
ResponderEliminarY lo peor ed que los movimientos socialistas usan las atrocidades del neo-liberalismo como argumento contra lis verdaderos liberales. En Bolivia, pasa frecuentemente, debido a que Gonzalo Sánchez de Lozada privatizó el agua. Entonces el MAS lo aprovecha y usa el término neoliberal como un adjetivo para difamar a sus oponentes políticos
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