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El sueño perdido del comunismo

El comunismo nacía en 1848 con la que  -se considera- es su obra fundacional El manifiesto comunista, escrita por Karl Marx y Friedrich Engels. El pensamiento desarrollado por estos autores se vio traducido en un progama político que contenía dos puntos básicos, a saber, la supresión de las clases sociales y la división del trabajo, por una lado, y la eliminación de la propiedad privada, por el otro. Según estos autores, la Historia es un proceso dialéctico -y he aquí la herencia del pensamiento hegeliano- que refleja la tensión y lucha entre dos clases sociales: opresores y oprimidos. Este movimiento dialéctico de la Historia acabaría -según ellos- en la supresión misma de las clases sociales con la llegada a la dictadura del proletariado.

El origen de esta lucha de clases tiene mucho que ver con el concepto de plusvalía. En su obra, El Capital (1867), el propio Marx nos explica dicho concepto. La clase burguesa -nos dice- aporta los medios de producción; el proletariado, la fuerza de trabajo. Esta fuerza de trabajo acaba derivando en mercancías creadas por el propio trabajador cuyo valor de cambio es mayor que la fuerza de trabajo misma; de este modo, la plusvalía (exceso valor de cambio) que el bien o mercancía produce en la empresa se debe a la fuerza de trabajo, y no al capital o medios de producción aportados por el empresario. El capitalista se enriquece progresivamente mientras el trabajador se queda estancado en la autosubsistencia; pero los beneficios que enriquecen al capitalista no le corresponden a él. De este modo, el trabajador, que no se ve reflejado en su producto de trabajo, se aliena, se enajena. Esta situación acaba desencadenando la lucha de clases.

¿Qué solución propone el comunismo? En términos concisos: la revolución. Esta idea de revolución coge sentido si tenemos a la vista otra obra de Marx y Engels, La ideología alemana (1845). En esta obra se hace una crítica a la concepción que tiene Hegel del Concepto Absoluto, del sistema de representaciones. Según el autor de la Fenomenología del Espíritu, el concepto Absoluto se despliega en el mundo a través de un triple movimiento: tesis, antítesis y síntesis. El mundo es el movimiento del Concepto, siendo -por tanto- posterior a la representación. Según Marx y Engels, era necesario darle la vuelta a esta concepción ya invertida. Para ellos, la representación es posterior y surge a partir de las condiciones de existencia material. La representación, la ideología, no es sino el mecanismo empleado por la clase opresora para seguir manteniendo la brecha entre opresores y oprimidos. La revolución, pues, consistiría en transformar las condiciones de existencia material para subvertir, así, todo el conjunto de representaciones que rige el sistema de pensamiento.

El impacto de esta corriente de pensamiento en la segunda mitad del siglo XIX y, sobre todo, del siglo XX no tiene precedentes, al igual que su lógica y coherencia interna. Mas no ocurre lo mismo cuando estos planteamientos intentan llevarse a la praxis. Ejemplos de malas realizaciones del comunismo tenemos en la Revolución Rusa -inspirada en las Tesis de abril de Lenin-, en la Revolución cubana o en el régimen de Mao Tse Tung. El grandísimo imperio comunista que se constituyó con la URSS tras el final de la II Guerra Mundial nos muestra la imposibilidad de materializar el comunismo, sobre todo a grandes escalas. En primer lugar, la idea de revolución presupone que aquellos que hacen la revolución están en posesión de la Verdad, de tal manera que todos sus actos violentos están justificados en pos de un objetivo mayor (el fin justifica los medios). Este punto no sólo me parece cuestionable sino que creo que es insostenible. En segundo lugar, y dejando a un lado este error de base, los planteamientos marxistas-comunistas que acompañaron la creación del gran imperio soviético condujeron -casi de forma inexorable- a un régimen totalitario contrario a cualquier idea razonable de libertad. El poder económico, en este contexto, es indiferenciable del poder político, pudiendo afirmase que este último no existe.

En el gobierno de Stalin, se llevo a cabo la colectivización de la tierra y la creación de distintas comunas. Los planes quinquenales -dirigidos desde una economía fuertemente centralizada- tenían el objetivo de convertir al país en una fuerte potencia industrial. Para ello se tuvo que obligar a muchas personas a trabajar forzosamente en los campos (en este período fue cuando se llevo a la cabo la "Gran Purga"). Toda la economía, dirigida e impuesta desde Moscú al resto de países satélite, fijaba los precios de los productos, de tal manera que el mercado -cuya regulación depende de la ley de la oferta y la demanda- era inexistente. Esto llevó al empobrecimiento de la población, que no era propietaria de sus tierras y que apenas tenía para vivir. La no posibilidad del libre comercio estancó el desarrollo de la tecnología, la competitividad y la productividad. Los asalariados seguían trabajando la tierra con instrumentos desfasados para la época, lo que complicaba el crecimiento económico.Tras la caída del Muro de Berlín, la antigua Unión Soviética intentó pasar de una economía comunista a una capitalista en 500 días. Era la famosa perestroika de Gorbachov. El fracasó fue palpable (ya que no dejaron a los empresarios decidir sobre los precios de mercado).

También en Cuba, donde la revolución comunista triunfó, nos encontramos con una situación económica y política desastrosa. No hay libertad de expresión, libertad pensamiento, ni ningún otro tipo libertad que se me pueda ocurrir. Millones de políticos de la oposición asesinados, en la cárcel o exiliados. En relación al plano económico, Cuba se halla aislada en cuanto a comercio exterior, lo que hace que su balanza de pagos sea intrínsecamente negativa. Todos los trabajadores del país ocupan puestos de empleo públicos, de lo que se deduce una alta tasa de paro (hasta 8 millones) y un déficit altísimo. Una economía pobre, un país donde no hay libertad..he aquí el sueño del comunismo.

Tampoco los planteamientos socialistas -que no son sino comunismos acicalados- propios de la segunda mitad del S.XX y realizados en Europa sirven para sustentar esta ideología. ¿Acaso sirvió de algo la economía social de mercado de la que nos hablaba Felipe González? Esa idea, la de aunar el progresismo (políticas sociales) de izquierdas con el desarrollo económico capitalista no fue sino un intento vano de montar el denominado Estado de bienestar sobre la especulación del ladrillo (movimiento que ahora está teniendo sus consecuencias sobre la economía de nuestro país).

Un modelo productivo apropiado debe surgir de la interacción entre inversión pública e inversión del sector privado. El Estado debe intervenir, no dominar; el mercado tiene que generar, no superproducir. Un tejido industrial consistente, desarrollo sostenible e inversión en I+D deben ser los pilares fundamentales de todo proyecto político-económico que intente ser razonable y dar cuenta de las necesidades de los individuos sin destruir el medio. Las políticas fiscales deberán ser anticíclicas, esto es, gastar más cuando se entra en fase de crisis y ahorra en épocas de bonanza económica. Este fue el proyecto del New Deal de Roosevelt en 1933 y permitió que EE.UU. saliera de la crisis y creara empleo.

El comunismo fue un sueño, pero ese sueño está perdido en nuestro tiempo.


Comentarios

  1. ¿Comunismo con dinero, es que estamos todos locos? Por eso no funcionó. Y si le sumas una pésima organización, un partido único y sectario, y un compadreo endemico... Apaga y vamonos.

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  2. "El comunismo fue un sueño, pero ese sueño está perdido en nuestro tiempo".
    Magnífico.
    Te voy a seguir.

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  3. Gracias Joselu y Marina. Trapo Blanco, tienes toda la razón; no hace falta añadir nada más. Un abrazo a todos!

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