Recuerdo aquella noche. Juntos, caminábamos bajo el luminoso manto de la luna. Cogía tu mano, te miraba a los ojos. Te dije que quería hablar contigo; decirte algo muy importante. Desviamos nuestro camino y paramos en un recóndito y pequeño parque. Era una de esas frías y oscuras noches invernales. Te sentaste en un balancín, mientras te abrazaba con fuerza. Entonces, cogí tus manos, besé tu mejilla y dije: "Quiero que sepas que jamás te abandonaré. Siempre me tendrás a tu lado". Unas espontáneas lágrimas salieron de tus ojos para recorrer tu entero rostro. Me besaste y me dijiste que querías que ese momento durara para siempre.
No fue así. Ese momento pasó. Jamás volverá a suceder. Pero, el hecho es que no es necesario; pues siempre te quise, y siempre te querré. Aquellos recuerdos nunca se tornarán en olvidos; siempre estaremos juntos. Ni siquiera el tiempo podrá romper aquello que me hizo comprender, en tan sólo un segundo, que lo más hermoso que me ha pasado en la vida, eres tú. Te quiero.
Comentarios
Publicar un comentario