Esta tarde he visto "Take Shelter", segundo trabajo de dirección del jovencísimo Jeff Nichols, protagonizada por el sorprendente Michael Shannon y la más que aceptable Jessica Chastain. Con un desarrollo, a mi juicio, bastante lento, el film nos sitúa en un pequeño pueblo de Ohio en el que viven Curtis, trabajador en la construcción, y su mujer e hija sordomuda. A partir de unos extraños sueños, Curtis empezará a prepararse para el apocalipsis bajo la premisa de proteger aquello que más quiere en el mundo: su familia. En efecto, "Take Shelter" resalta el valor de la familia como catalizador de las conflictos personales y plantea un mundo cercano y próximo, alejado de los grandes metarrelatos cinematográficos que intentar dar cuenta de un concepto más amplio (humanidad, libertad, justicia, etc.). No hay ningún elemento de épica, y el protagonista está lejos de ser un héroe. De este modo, se nos plantea un film sobre el apocalipsis alejado del efectismo característico de este tipo de películas, y se enfatiza la agonía interna de Curtis, la superposición de lo real e irreal y las consecuencias que nuestros actos tienen en los demás. En ocasiones, el director juega con el espectador y lo pone al límite: ¿hasta qué punto está Curtis protegiendo a su familia? ¿Dónde está realmente el peligro? ¿Estamos dispuestos a seguir a Curtis hasta el final?
De otro lado, el magnífico trabajo por parte de la fotografía, a cargo del desconocido Adam Stone, muestra cielos amenazantes, paisajes coloridos y un escenario visual envidiable. La música, ausente en los inicios del film, cobra un especial sentido en las escenas finales y juega un papel esencial en la inmersión final del espectador, contribuyendo de un modo inequívoco a un proceso de "identificación dramática" (al menos, así ha ocurrido en mi caso). La obra en su conjunto presenta ciertos paralelismos con el "Árbol de la vida", de Malick, y refuerza el simbolismo frente a la narración convencional, dejando sin resolver un gran interrogante al final que hará las delicias tanto de sus defensores como de sus detractores. A mi modo de ver, los temas que van apareciendo a lo largo del film -la esquizofrenia, la no distinción de lo real e irreal, el valor de la premonición, los problemas de la comunidad- son un salvoconducto que nos transporta hacia una sensación final que solo puedo calificar de inefable. En este punto reside, según mi punto de vista, la inteligencia del film, a saber, en dar prioridad a la belleza frente a la narración, empleando los recursos disponibles a la consecución de un único fin: que el espectador siga dándole vueltas a ese no sé qué dentro del estómago una vez haya terminado la película. Yo aún estoy en ello.
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