El contexto en que surgen los
ODM alcanza forma si tenemos a la vista el desplazamiento semántico que sufre
el concepto de desarrollo a finales
de los años ochenta y principios de los noventa. En efecto, la ruptura con la
adecuación entre desarrollo y crecimiento, así como la necesidad de incorporar
otras dimensiones como el acceso a la educación o la sanidad, constituye la
base teórica y metodológica sobre la que se funda la Declaración del Milenio. En
este sentido, el Índice de Desarrollo Humano es la referencia fundamental para
la formulación de los ODM[1].
Los 8 objetivos, 21
metas y 60 indicadores que conforman el entramado de los ODM son, en síntesis,
una agenda mundial social y medioambiental para el período que va desde el año
2000 hasta el 2015. Como es obvio, la exigencia de brevedad de un trabajo de
estas características nos impide profundizar en los datos e indicadores; sí es
posible, sin embargo, plantear los ejes fundamentales de los OMD y emitir un
juicio crítico al respecto. En todo caso, y más allá de la problemática
cuantitativa, los ODM son muy sugerentes porque, a mi juicio, abren el debate
sobre los Derechos Humanos y la necesidad de repensar el carácter mundial de
los problemas hoy, al tiempo que muestran las grandes posibilidades, tanto
técnicas como humanas, de transformar la realidad. Los 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio son los
siguientes:
- Erradicar la pobreza extrema y el hambre
- Lograr la enseñanza primaria universal
- Promover la igualdad de género y autonomía de la mujer
- Reducir la mortalidad infantil
- Mejorar la salud materna
- Combatir el sida, el paludismo y otras enfermedades
- Garantizar la sostenibilidad medioambiental
- Fomentar una asociación mundial para el desarrollo
Como puede verse, se trata de una agenda de mínimos,
sencilla y con unos objetivos muy claros. De esta forma, y sin entrar
pormenorizadamente en los datos macroeconómicos, podemos destacar las palabras
que Ban Ki-Moon –Secretario General de Naciones Unidas– esboza en el prólogo
del Informe de Naciones Unidas de 2014 para los Objetivos de Desarrollo del
Milenio a propósito de los resultados de los mismos:
“La pobreza en el mundo se ha reducido a
la mitad cinco años antes de 2015, la fecha establecida. El 90% de los niños de
países en desarrollo obtiene ahora enseñanza primaria universal (…) También se
han logrado avances notables en la lucha contra el paludismo y la tuberculosis,
junto con mejoras notables en todos los indicadores referidos a la salud. En
las dos últimas décadas, la probabilidad de que un niño muriera antes de
cumplir los 5 años se ha reducido casi a la mitad. Eso significa que cada día
se salvan aproximadamente 17.000 niños. Del mismo modo, se cumplió con el
objetivo de reducir a la mitad el porcentaje de personas que carecía de acceso
a fuentes de agua potable mejoradas”[2].
Obviando el debate epistemológico sobre la fiabilidad de
los datos proporcionados por la ONU[3],
estamos en disposición de reconocer los avances que se han alcanzado en materia
de salud, educación primaria o acceso a agua potable. No obstante, parece que
aún queda mucho por hacer en el terreno de la alimentación, la igualdad de
género o el medioambiente. En este sentido, la Agenda Post 2015, pensada para
continuar con la idea de los ODM, tiene el reto de mejorar a su antecesor,
enfatizando la necesidad del consenso entre Norte y Sur (algo que no se hizo en
un primer momento), mejorando los mecanismos de participación de los ciudadanos
y ofreciendo, en suma, una visión general del estado de la cuestión del mundo
contemporáneo y sus problemas más apremiantes.
A mi modo de ver, el
principal fallo de los ODM anida en la forma excesivamente superficial en que
aborda la problemática de la pobreza, siendo su único objetivo paliar los
efectos de la misma sin ir a las causas reales. En este sentido, creo que la
incorporación de una ética universal, fundada en los Derechos Humanos y promovida
desde una educación integral e integrada, es un requisito insoslayable si de
verdad queremos acabar con la pobreza mundial y la desigualdad entre países.
Pero para eso es necesario que los Estados nacionales se impliquen más y que la
ONU se dote de los medios necesarios para imponer sanciones a aquellos países
que incumplan los objetivos acordados. De este modo, se hace imprescindible la
adopción de un principio de transparencia
en el acceso en la información, así como la construcción de una metodología
estadística incontestable, si no queremos que la Agenda Post 2015 caiga en saco
roto.
También es necesario, a mi juicio, incorporar criterios
de gobernabilidad pública para medir el impacto y progreso
de las metas propuestas, de tal modo que la ONU pudiera hacer un seguimiento
evaluativo de los países en función, por ejemplo, de la inclusión de la paridad
entre hombres y mujeres en las instituciones públicas. Este concepto, a diferencia
del concepto de democracia, tiene la ventaja de que es cuantificable empíricamente
y, por tanto, menos susceptible de disputas retóricas.
Por lo demás, la
Agenda Post 2015 debe confluir con otras Cumbres o Conferencias a nivel mundial,
a fin de complementar y profundizar las distintas dimensiones del desarrollo
humano. La toma de una conciencia planetaria nos revela la geoproblemática –por usar el término acuñado por el filósofo
francés Edgar Morin– en que estamos inmersos, la cual viene a incidir en el
carácter mundial que tienen los retos venideros del siglo XXI.
Referencias bibliográficas
- Agudo, A., “Los Objetivos del Milenio, a examen”, en El país, 8 de julio de 2014 (consultado el 17 de octubre de 2014). Disponible en: http://elpais.com/elpais/2014/07/08/planeta_futuro/1404849092_519107.html
- Callejón de la Sal, E., (y otros), “Los objetivos del milenio: un balance provisional en perspectiva de futuro”, en Anuario 2013. Hacia 2015: Visiones del desarrollo en disputa. Economistas Sin Fronteras, 2013. Disponible en: http://www.2015ymas.org/centro-de documentacion/publicaciones/2014/1571/los-objetivos-del-milenio-un-balance-provisional-en-perspectiva-de-futuro/#.VGy6rzSG_kQ
- Caride Gómez, J.A., “Nuevas perspectivas para un futuro viable: los Objetivos de Desarrollo del Milenio”, en Revista de Educación, núm. Extraordinario, 2009, pp. 77-98
- Naciones Unidas (2000), Declaración del Milenio, 13 de septiembre de 2000. Disponible en: http://www.un.org/spanish/milenio/ares552.pdf
- Naciones Unidas (2014), Objetivos de Desarrollo del Milenio. Informe de 2014, pp. 3. Disponible en: http://www.un.org/es/millenniumgoals/pdf/mdg-report-2014-spanish.pdf
- Pajín, L., “De los Objetivos del Milenio a los de Desarrollo Sostenible”, en El país, 11 de abril de 2014 (consultado el 15 de octubre de 2014). Disponible en: http://elpais.com/elpais/2014/04/11/planeta_futuro/1397231446_212292.html
[1] El “germen” de los ODM tiene una
doble vertiente. Por un lado, están, de un modo genérico, las Conferencias y
Cumbres que convoca la ONU a lo largo de la década de los 90, a saber: Cumbre
de Desarrollo Sostenible (Río de Janeiro, 1992); Desarrollo Social (Copenhague,
1995); Género (Beijing, 1995); Alimentación (Roma, 1996); y por otro lado,
están, de un modo más específico, la Conferencia Internacional de Derechos
Humanos (Viena, 1993), la Declaración de Copenhague (1995) y la “Estrategia
para el siglo XXI” (CAD de la OCDE, 1996).
[2] Naciones Unidas (2014), Objetivos de Desarrollo del Milenio. Informe
de 2014, pp. 3. Disponible en: http://www.un.org/es/millenniumgoals/pdf/mdg-report-2014-spanish.pdf
[3] A este respecto, véase el
informe alternativo del año 2013 de la Plataforma
2015 y más: Callejón de la Sal, E., (y otros), “Los objetivos del milenio:
un balance provisional en perspectiva de futuro”, en Anuario 2013. Hacia 2015: Visiones del desarrollo en disputa.
Disponible en: http://www.2015ymas.org/centro-de-documentacion/publicaciones/2014/1571/los-objetivos-del-milenio-un-balance-provisional-en-perspectiva-de-futuro/#.VGy6rzSG_kQ
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