En 1859 publicaba Charles Darwin El origen de las Especies, obra fundamental del naturalista inglés y que contiene, a mi juicio, la idea más revolucionaria que jamás se le haya podido ocurrir a un ser humano. Con la teoría de la evolución se dejan atrás las visiones anacrónicas y simplistas del llamado "esencialismo", obcecado con buscar los "tonos" ontológicos de las cosas, y se pasa a una visión gradual de la vida, donde los fenómenos pueden explicarse en términos naturales; y donde lo real es concebido a partir del cambio (dejando atrás la visión parmenídea del Ser, propia de la idiosincrasia occidental).
Una vez aceptada la evolución como un hecho gracias a las diversas pruebas paleontológicas, embriológicas y genéticas, entre otras, empiezan a darse -a lo largo del siglo XX- distintas concepciones en torno a cómo funciona la evolución y en torno a cuál es la unidad de selección natural. Algunos apuestan -a partir de la síntesis moderna- por defender que la unidad de selección natural es el gen. Así, en su libro El gen egoísta el profesor Richard Dawkins sostiene que los organismos individuales son, en realidad, meras máquinas de supervivencia cuya única función es pasar los genes a las siguientes generaciones. Frente a esta postura, que defiende una evolución gradual en términos filogenéticos, surge la conocida teoría del equilibrio puntuado; según esta teoría, la evolución no se produce lentamente y con cambios a un ritmo más o menos constante, sino que -más bien- se produce "a saltos", esto es, dentro de la evolución hay largos períodos de estabilidad y cortos períodos con muchos cambios. De este modo pretende Sthepen Jay Gould dar cuenta de la falta de especies intermedias en el registro fósil.
En cualquier caso, mi intención frente a ambas posturas es defender una teoría compleja de la evolución biológica en la que ambas concepciones cohabitan. Dentro de la autoorganización biológica, los sistemas vivos evolucionan hacia un mayor grado de complejidad que les permite su adaptación al medio. Esta tendencia hacia un mayor nivel de complejidad implica mayores niveles de emisión entrópica al entorno, lo que a su vez provoca un cambio en las condiciones ecosistémicas que actúan como factores de adaptación. En este marco, ambas formas de entender los ritmos de la evolución son compatibles. En primer lugar, necesariamente debe haber pequeños cambios en el genotipo debido a la recombinación genética por selección sexual y mutación; está claro que la selección natural opera sobre los genes, quienes expresan estos cambios en el fenotipo (dando determinas ventajas a la hora de luchar por la supervivencia). Ahora bien, también es cierto que el patrimonio genético es compartido con el resto de la especie, lo que supone que la especie también entra en el juego de selección, cuyo objetivo es pasar los genes a las generaciones futuras. Es un hecho que la estrella de mar puede dar lugar a una nueva especie en tan sólo 6000 años, lo que a escala evolutiva es irrisorio. De tal modo que no podemos pretender ignorar estos datos. El que lo seleccionado no sea un solo individuo, sino todo un ciclo biológico que comprende a los genes, al organismo, a la especie y al entorno, nos permite vislumbrar los aciertos de ambas teorías.
Lo que desde mi punto de vista debe hacerse es buscar puntos de anclaje comunes e irrevocables que nos sirvan para intentar combinar todas las teorías posibles y buscar el mejor paradigma científico. Este mejor paradigma científico es -creo- el pensamiento complejo; pues sólo él tiene la suficiente amplitud de miras para comprender que el universo, con toda su elegancia, constituye un entramado de relaciones, un sistema. Se trata de echar una mirada al mundo y verlo tal y como es, dejar atrás la subjetividad, dejar atrás lo humano, y dejar de temblar ante este majestuoso universo. Abrazarlo y aceptarlo, sin reservas. No buscar el orden en él, ni el Bien. Él no entiende qué es eso, no sabe de contradicciones. Tan sólo así podremos -al menos- acariciar la Verdad, ese sueño que al menos una vez ha rondado por la cabeza de todo hombre..
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