Desde mi punto de vista, el problema de la teodicea no es sino una prueba de lo inútil que es la fe en un dios personal, todopoderoso y sumamente bueno. Si Dios es bueno, entonces no es todopoderoso; si Dios es todopoderoso, entonces no es bueno, pues no tendría impedimento para mitigar el sufrimiento humano. Si el sufrimiento remite al pecador, esto es, al culpable, ¿cómo responder entonces al sufrimiento provocado por terremotos, inundaciones, epidemias, etc.? Si la respuesta a esto es la trasmisión que recibimos del pecado original por parte de Eva, todavía puedo replicar qué ocurre con los animales, quienes no han heredado el pecado original -ya que no son humanos- y, sin embargo, sufren del mismo modo (algunos, como los primates superiores, incluso a nivel de autoconciecia, según demuestran numerosos estudios en antropología física). En este último caso, aceptar las premisas del pecado original nos conduce a una conclusión abominable, a saber, que se puede justificar el sufrimiento de un niño recién nacido, por ejemplo, con espina bífida. Pero, ¿cómo culpar a Adán de cometer un pecado, a saber, comer del Árbol del conocimiento del Bien y del Mal, cuando antes de comer de dicho Árbol no sabía qué era el Bien y qué era el Mal, del mismo modo que un niño pequeño no tiene noción de qué es lo correcto? ¿Acaso culparíamos a ese niño inocente?
Yo, personalmente, creo que Dios no existe por toda una cantidad de razones que se apoyan en evidencias que para mí son más que suficientes. No obstante, también creo que no es necesario apelar a esas evidencias para impugnar a Dios; baste con plantear el problema del mal para ver el sinsentido de una tradición que sigue anclada en los albores del misticismo. Como decía Peter Singer, una de dos: o Dios no es bueno, o no es muy hábil.
Yo, personalmente, creo que Dios no existe por toda una cantidad de razones que se apoyan en evidencias que para mí son más que suficientes. No obstante, también creo que no es necesario apelar a esas evidencias para impugnar a Dios; baste con plantear el problema del mal para ver el sinsentido de una tradición que sigue anclada en los albores del misticismo. Como decía Peter Singer, una de dos: o Dios no es bueno, o no es muy hábil.
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