Los premios Emmy simbolizan de una manera clarividente la década de oro de la televisión, que inició su andadura con el incontestable éxito de Lost y que han convertido a las series en todo un fenómeno social. Ciertamente, nos hallamos inmersos en una fiebre productiva que intenta sacar beneficio de un tirón comercial inaudito hasta hoy, y que representa un pastel más interesante incluso que el cine. Día tras día observamos a grandes estrellas cinematográficas pasarse a la pequeña pantalla en un afán por renovar sus propios registros y hacer un poco de caja, lo cual nunca viene mal; Kevin Spacey, Mathew McConaughey, Sean Bean o Billy Bob Thornton son una pequeña muestra del éxodo televisivo al que estamos asistiendo últimamente. En medio de esto, aparecen proyectos recurrentes que intentan traspasar grandes películas a formato serial (Hannibal, Fargo, Shutter Island) en lo que, a mi juicio, es un intento desesperado y sin precedentes de intentar ganar dinero como sea. No nos en...