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Hannibal, la serie más exquisita

He terminado de ver la segunda temporada de "Hannibal", y he de decir que la serie es una jodida obra maestra. Al igual que Fargo, tenía ciertas reticencias para empezar a ver una producción televisiva cuyo homónimo en el cine alcanzó cotas irrebasables de popularidad, tanto por parte de los fans como de la crítica. Pues bien, basta con visionar el capítulo piloto para eliminar toda sombre de duda; una serie en la que cada detalle es cuidado al milímetro, con una puesta en escena colosal y una banda sonora que, a base de tambores y sonidos muy 'molestos', sumergen al espectador en un mundo fascinante e inquietante al mismo tiempo. La creación de Bryan Fuller tiene todos los componentes de una verdadera obra de arte, empezando por la calidad de la narración, con unos planos cortos verdaderamente majestuosos, y terminando con las gigantescas interpretaciones de Hugh Dancy y Mads Mikkelsen. La joya de la corona la pone el asombroso despliegue gastronómico; sin duda, un ingrediente fundamental para atraer a los paladares más exigentes.

Desde el punto de vista del contenido, la serie tiene como objeto el análisis o examen de la naturaleza humana. Para ello, recurre a toda una batería de subtemas que abarcan el campo de la psiquiatría, la cirugía, la filosofía o la antropología forense. Los diálogos entre Will y Hannibal superan con creces la inteligencia media a la que nos tienen acostumbrados los dramas estadounidenses. Además, las escenas son bastante explícitas y evitan toda forma de autocensura, lo que generará amor y odio a partes iguales; en mi opinión, la disposición de los crímenes y el realismo de las muertes hacen de la serie una creación única y coherente con su apuesta. En ningún momento percibirá el espectador el más mínimo síntoma de desorientación en la construcción de la trama. En síntesis, una de las mejores series de los dos últimos años a la altura de True detective o Fargo.

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