"Abstracción postpictórica" es un término muy amplio que engloba una gran
variedad de estilos, pero que tienen en común una reacción contra lo pictórico
y gestual, frente al subjetivismo y psicologismo propios de la generación del "Expresionismo abstracto" o "Abstracción pictórica", (Pollock, De Kooning y compañía),
entendiéndose, en primera instancia, por pictórico el uso de color denso y
expresivo. La Abstracción postpictórica, señala Javier San Martín, trabajó en
los terrenos del reduccionismo y la especificidad del medio pictórico. En este sentido, la Abstracción pictórica se caracteriza por su enfásis en la autonomía
del arte (un cuadro se caracteriza por ser un sistema
autosuficiente, sin referencias ajenas a la plástica) y la importancia de la objetualidad (importa más la pintura que el soporte); en esto último, se ven claros antecedentes del minimalismo, otra corriente artística de neovanguardia de la que me gustaría hablar en otro post con más detalle.
1. Nada de textura
2. Ni pincelada ni caligrafía
3. Ni boceto ni dibujo
4. Sin formas
5. Sin diseño
6. Sin colores
7. Sin luz
8. Sin espacio
9. Sin tiempo
10. Ni tamaño ni escala
11. Sin movimiento (vs. futurismo)
12. Ni objeto, ni sujeto, ni tema
2. Ni pincelada ni caligrafía
3. Ni boceto ni dibujo
4. Sin formas
5. Sin diseño
6. Sin colores
7. Sin luz
8. Sin espacio
9. Sin tiempo
10. Ni tamaño ni escala
11. Sin movimiento (vs. futurismo)
12. Ni objeto, ni sujeto, ni tema
El desarrollo de las obras de Reinhardt pone blanco sobre negro estas Doce Reglas en lo que habría de ser un vacimiento total de la obra en un intento de proponer soluciones plásticas a problemas plásticos; es lo que se conoce como "desarrollo interno de la obra". Al final de sus obras, los cuadros todas las posibilidades plásticas quedan absorbidas por el negro en una coherencia total con su plantemiento inicial. Esta tendencia desde figuras geométricas hasta el uso del negro, hasta la pureza, tiene interesantes connotaciones filosóficas de las cuales lamentablemente no podemos ocuparnos en profundidad ahora. Por otro lado, dentro de esta secuencia de la figuración a la Abstracción postpictórica y a la pureza propugnada por Reinhardt no es posible obviar como precedente a Kandinsky, que además establece un hermoso puente entre los primitivos y las vanguardias y pone sobre el tapete la invocada hasta la saciedad por Reinhardt idea de pureza: “Así surgió en parte nuestra simpatía, nuestra comprensión, nuestro parentesco espiritual con los primitivos. Al igual que nosotros, estos artistas puros intentaron reflejar en sus obras solamente lo esencial; la renuncia a la contingencia externa surgió por sí misma” (De Altamira hasta aquí, todo es decadencia—Picasso). Gran parte de los dardos de Reinhardt van a recaer sobre la pintura biográfica, sobre esa pintura que antes que pintura es vida, esa pintura donde quien toma la palabra no es la pintura, en realidad, sino la biografía del artista, el yo y la incandescencia espiritual de cada cual y sus circunstancias. Está claro, Reinhardt es un purista y un esencialista, pues “la ‘tradición’ del arte es el arte ‘fuera del tiempo’ (atemporal), simplemente arte, arte vaciado y purificado de toda referencia que no sea arte”.

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