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A propósito de los premios Emmy de 2014

Los premios Emmy simbolizan de una manera clarividente la década de oro de la televisión, que inició su andadura con el incontestable éxito de Lost y que han convertido a las series en todo un fenómeno social. Ciertamente, nos hallamos inmersos en una fiebre productiva que intenta sacar beneficio de un tirón comercial inaudito hasta hoy, y que representa un pastel más interesante incluso que el cine. Día tras día observamos a grandes estrellas cinematográficas pasarse a la pequeña pantalla en un afán por renovar sus propios registros y hacer un poco de caja, lo cual nunca viene mal; Kevin Spacey, Mathew McConaughey, Sean Bean o Billy Bob Thornton son una pequeña muestra del éxodo televisivo al que estamos asistiendo últimamente. En medio de esto, aparecen proyectos recurrentes que intentan traspasar grandes películas a formato serial (Hannibal, Fargo, Shutter Island) en lo que, a mi juicio, es un intento desesperado y sin precedentes de intentar ganar dinero como sea. No nos engañemos, la inmensa mayoría de las series son una mierda y su único propósito es el cash. Con todo, persisten producciones que intentan hacer de la televisión un arte, aun cuando ello suponga un importante menoscabo comercial. 

Sobre este punto, los Emmy reflejan la manera tan ruin que tiene la academia televisiva de vender sus premios al viento que más sople. Este año, por ejemplo, se ha premiado una vez más a Breaking Bad como mejor serie dramática, por delante de True Detective. Por si fuera poco, Bryan Cranston ha ganado el Emmy a mejor actor por delante de Mathew McConaughey, algo que debería generar hilaridad en cualquier persona que tenga un mínimo de conocimientos sobre el arte de la interpretación. Vale, Breaking Bad ha sido una pedazo de serie, pero la jugarreta de dividir la última temporada en dos partes para optar a más premios deja mucho que desear desde el punto de vista de la integridad intelectual. Por otra parte, ¿realmente piensa alguien que la interpretación de Whalter White fue mejor que la del detective Rust? ¿No tenía suficiente la academia con que Vince Gilligan ganara cinco premios en los últimos años como para cambiar un poco la onda en este? El continuismo de los premios Emmy es tan bochornoso que Modern Family podría estar fuera de antena dos años y seguiría ganando el Emmy a mejor comedia. Así las cosas, y cuando ya no podía creerme la falta de criterio del jurado, resulta que Aaron Paul le gana el Emmy a mejor actor de reparto a Peter Dinklage, algo sobre lo que ni siquiera voy a opinar.

En fin, también se podría hablar sobre lo infravalorada que está Orange is the New Black, sobre cómo Utopía le da mil vueltas a la mitad de series americanas u otras mil cosas más. Pero la única conclusión válida que puede deducirse de todo esto es que, si decidimos premiar a las series que están de moda, entonces las series mismas se volverán una moda; y eso es algo que un amante de las series no puede permitir. 

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